En días pasados se ha desarrollado en la Universidad de Alicante una Jornada sobre vías pecuarias. El encuentro ha sido dinamizado por una persona singular, Elena Maicas, vecina de San Vicente, una de las defensoras más pertinaces que he conocido sobre temas como el de las vías pecuarias, de trascendencia pública actual indudable, que aporta una gran carga cultural histórica que merece la pena conservar y mejorar.

«Las cañadas reales son vías de comunicación para el ganado y, en contra de lo que suele suceder con las vías de transporte modernas, han podido llegar a identificarse con el paisaje». «La ganadería suele estar siempre en el origen de la historia de los pueblos» («Cañadas Reales de Valladolid», Federico Sanz Rubiales, Editora Provincial Diputación de Valladolid, 1996);.

Se da la circunstancia de que el espacio que ocupa el Campus de la Universidad de Alicante y buena parte de otros ámbitos que hoy pertenecen al municipio de San Vicente, son de antigua raigambre, vinculados como era común en el pasado, con la trashumancia de estos rebaños, de los que los Reyes de España históricamente extraían la valiosa materia prima demandada desde las frías latitudes del Norte de Europa, a saber la lana aportada por las reses trashumantes.

El ganado lanar que integra esta histórica cabaña pasa en estos momentos por dificultades derivadas del cambio histórico de las circunstancias que en una España históricamente semidesierta, propiciaban el pastoreo y el trasiego estacional de los rebaños, lo que si bien aún se mantiene, se enfrenta a dificultades surgidas en el interín, como nos informó uno de los asistentes líder del sector, encargado de pactar cada año con el Ayuntamiento de Madrid, al que abona los desperfectos ocasionados por el tránsito de la Gran Vía madrileña, donde pasan las merinas en el cambio de temporada de los pastos.

En estos momentos el principal enemigo de la trashumancia no son los labradores de tierras transitadas por los rebaños, sino, aquí también, el funesto agente urbanizador.

Menos mal que a las merinas las ha salido un insólito protector: Bruselas, la Comunidad ha dado a este respecto un paso importante al equiparar las vías pecuarias con las rutas protegidas del Camino de Santiago.

Entiendo plenamente justificada la tutela europea, ya que las ovejas son algo más que una especie lanar, forma parte integrante de una cultura básica que compartimos todavía con otros pueblos mediterráneos, basta repasar la Biblia para constatar que nuestros predecesores eran, como no podían ser por menos, ovejeros. Precisamente de allí se deriva la metáfora del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Se trata pues de un animal totémico compartido míticamente con mahometanos y judíos.

En estos momentos el principal enemigo de las cañadas es el tristemente famoso agente urbanizador, al que debe prohibirse enérgicamente que invada estos espacios. En este sentido el Síndico de Agravios de la Comunidad Valenciana en un caso en el que intervino, recomendó al Ayuntamiento de Oropesa que colabore con la Conselleria de Territorio y Vivienda y a ésta le sugirió que efectúe comprobaciones específicas sobre el estado actual de la vía pecuaria, verificando su conservación, así como la integridad de los deslindes y amojonamientos efectuados.

Pero desgraciadamente a las vías pecuarias y a las merinas que por ellas transitan, les ha salido una enemiga no desdeñable, a saber la falta de atractivos del mercado de la lana.

Históricamente estos materiales eran imprescindibles para afrontar los fríos inviernos noreuropeos, por lo que los Reyes de España consiguieron impedir que nuestras ovejas fueran postergadas allende los Pirineos lo que se mantuvo hasta la invasión napoleónica, que permitió a los franceses hacerse con este producto.

Al final del acto universitario al que he hecho referencia, me pasé por el lugar donde había tenido lugar un campeonato de esquileo, con asombro constaté que la lana esquilada permanecía amontonada. Le pregunté a uno de los pastores que por qué no la recogía. Ante mi asombro me dijo que su destino era el vertedero. No había mercado para el producto, desplazado del mercado por tejidos obtenidos de derivados del petróleo y vegetales. Un esfuerzo milenario se había así desplomado en un contexto de contaminación.