Opinión

El premio Oscar al mejor superviviente es para Pedrooo

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / Borja Puig de la Bellacasa

Estos últimos días han servido como jornadas de reflexión, un toque de atención por la ola reaccionaria que nos invade, y se ha propiciado un debate en torno a las razones de Pedro Sánchez sobre el acoso político, mediático y judicial y las oscuras maniobras alrededor de su figura, la de su esposa y la de su familia. La violencia política viene siendo la estrategia de la derecha y la ultraderecha, no la discrepancia si procede.

¿El parón debilita al presidente o ha supuesto un impulso a la izquierda para no ceder terreno ante la infamia y el despropósito constante de quienes se sienten propietarios de España por derecho divino? La mejor respuesta es no tirar la toalla y seguir tomando medidas sociales en beneficio del país y de la población. Continuar siendo un referente internacional, cosa que a los falsos patriotas les molesta mucho. Hasta le ha apoyado el crítico barón de Castilla-La Mancha, García-Page. Apoyo que sobra viniendo de él.

Miles de militantes y simpatizantes del PSOE han apoyado la continuidad de Sánchez al frente del Gobierno de coalición. Teniendo en cuenta la oposición que hay, no es nada extraño que el líder socialista haga juegos malabares para no regalar la batuta fácilmente a nadie. A aquellos que solo saben emponzoñar el panorama, retroceder y recortar derechos y libertades si se les deja. No es mejor coger el petate y correr, sino todo lo contrario con el apoyo de una amplia parte de ciudadanos. No es de recibo normalizar el infundio incesante. La ofensiva antidemocrática y los bulos de ciertos medios de desinformación no pueden obtener facilidades ni cantar victoria. No es solo apoyar a un presidente legítimo. Es combatir esas actitudes que perjudican la vida política española. A la democracia y a la mayoría social, ideologías aparte.

El mundo de la cultura, sindical, del periodismo sensato y otros grupos también reivindican la decencia democrática y rechazan la mentira y el odio que dañan la convivencia y tratan de borrar los buenos datos económicos. Más positivos que nunca, pero con la obligación de continuar y mejorar el paisaje. Esa resistencia colectiva debe existir permanentemente porque lo contrario sería el triunfo de la calumnia y de un golpe blando de Estado. Sería que las manos sucias se saliesen con la suya.

O gana el Partido Popular o guerracivilismo garantizado. No todo vale a fin de expulsar del poder al que consigue una mayoría parlamentaria. Es necesario poner límite a esta perversa e impune forma de actuar. Y si gobiernan, sabemos cómo funciona el asunto con el conservadurismo a ultranza en cualquier campo y al servicio de los que más tienen. Las derechas españolas actúan así. ¿Merecemos esa clase de dirigentes? Agreden y no aportan nada positivo en ningún caso. Cuatro años llevan diciendo lo de «cambio de régimen» cuando se trata de respeto a la pluralidad. Eso sí, cada día se superan.

Lo venimos diciendo frecuentemente. Así funciona la tétrica maquinaria popular contra Podemos, Ada Colau, Mónica Oltra o Sánchez y quien haga falta. Desgastar para gobernar ellos. ¿Resulta lícito utilizar recursos públicos para financiar a medios afines? El cinismo y el delirio por bandera nunca serán válidos como forma de entender la política. Por si fuera poco, el PP va de víctima y acusa de corrupción al PSOE sin ninguna prueba. El partido que fue «partícipe a título lucrativo» en el caso Gürtel y del que asomaron numerosas ranas, o la llamada «policía patriótica» contra adversarios.

Se vote a unos o a otros, esto va de democracia. Sí o no. Es tarea colectiva. Ni la derecha extrema ni la extrema derecha creen realmente en ella. El dislate es su modo de conducta siempre. Ambas formaciones no tienen argumentos serios ni datos veraces, y solo ofrecen crispación gratuita y agresión con el objetivo de torpedear la legislatura.

Pedro Sánchez, ¡Pedrooo!, enarbolando su famoso manual, se queda con más fuerza incluso. Pero no es suficiente. Hacen falta medidas que regeneren el sistema democrático. El debate está abierto. La jugada del presidente tiene riesgo y es un punto de inflexión que debería servir para tomar buena nota de que las reglas del juego exigen ser respetadas, no mancilladas a diario y sin perjuicio de asumir el lógico papel que tiene la oposición. Y si esta no rectifica de algún modo, que no lo hará, pues muy bien. Que una amplia parte de la ciudadanía se lo demande y diga «¡basta ya!».

El Primero de Mayo se reivindican las cuestiones necesarias. Reducción de la jornada laboral y ocupación plena. Las manifestaciones, convocadas por los sindicatos, se convierten en un grito que exige cambios en defensa de la legitimidad. La regeneración democrática y la cordura. Amén.