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Trump y los comunistas chinos

La crisis de Huawei

La globalización comercial nos afecta aunque no queramos participar de la orgía del consumo. Hará cosa de un año tuve necesidad de cambiar un móvil gravemente averiado por otro de parecidas características. Es decir, cuanto más pequeño y ligero mejor y con una oferta de funcionamiento que limitase su uso a hacer y recibir llamadas, reproducir avisos y organizar una mínima agenda de números habituales. Desistí de pedir un modelo que no dispusiese de cámara de fotos y de vídeo porque esos dos servicios son de implantación universal. Hasta el punto de que esa disponibilidad ha propiciado la aparición de millones de reporteros aficionados que estando en primera fila de cualquier acontecimiento se apresuran a difundirlo a través de las redes sociales adelantándose a los profesionales. Y ya no hay suceso del que en cuestión de segundos no lleguen imágenes a todo el mundo.

Tanto de un atentado terrorista, como de un tsunami, un accidente de tráfico, un tornado... Incluso se ha llegado a la sofisticación de colocar cámaras en los coches y en las motos de carreras para que los espectadores puedan sentir el vértigo de la alta velocidad. Y no tardaremos supongo en hacer lo mismo con los toros y los toreros para que podamos observar la brutalidad de las faenas. Tras explicarme que tanta simplicidad ya era imposible de atender a la altura del desarrollo tecnológico que hemos alcanzado, la empleada me recomienda cambiar el móvil averiado por otro más grande de una marca, Huawei, que yo desconocía. Pasar de un pequeño y manejable Nokia finlandés a un Huawei chino con formato casi de tableta de chocolate me pareció una decisión aventurada, pero la empleada me tranquilizó: "No tenga miedo, hoy casi todo se fabrica en China".

Y lo cierto es que pasado algo más de año medio todo funcionó bien salvo la necesidad de disponer de un bolso o de un bolsillo más amplio en chaquetas, abrigos y cazadora para desplazarse con el móvil. Hasta que la tranquilidad se ha visto alterada: Primero con la detención en Canadá de Meng Wuazu, hija del dueño, reclamada por el Gobierno de EE UU como sospechosa de espionaje industrial. A la espera de la respuesta de Canadá a la petición de extradición de la señora Wuazu, de momento en libertad provisional, hay que unir la decisión de Google de obedecer la orden de Trump de vetar los intercambios con Huawei. Hay dos aspectos curiosos en esta guerra comercial. Primero, confirmar esa falacia grandiosa de la supuesta libertad de mercado.

Y segundo, maravillarse que los adalides del nuevo capitalismo autoritario sean los dirigentes del Partido Comunista Chino. ¿Y en medio de ese lío qué hago yo con mi teléfono?

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