En algunas gloriosas ocasiones, como ésta, el titular viene impuesto per se con una fuerza inusitada. No podría haberlo hecho mejor que la ministra de Justicia, Dolores Delgado, lo admito. El pasado jueves, Pepa Bueno, que la estaba entrevistando, tuvo que contener una risa como pudo y volver a preguntarle si de verdad había dicho que en lo de la figura del relator había habido un «exceso de manipulación por parte de la derecha trifálica». Y es que lo de los neologismos tiene un innegable atractivo, si bien, se puede convertir en gol en propia meta. El común de los mortales podemos caer, al pretender ser creativos, en un abismo del que será difícil que nos recuperemos. Miren, sin ir más lejos, las «miembros» de Bibiana Aído, término que la perseguirá mientras viva. O lo de «portavoza» de Irene Montero, más bien cerca de «portabocazas», si me apuran. No es fácil crear nuevos términos, ténganlo en cuenta quienes deseen salir improvisando con otra palabreja, pues pueden ser pasados por la quilla sin ningún miramiento a la menor oportunidad.

Entiendo a la ministra, porque con tanto bombo de San Valentín a una se le exaltan las hormonas y entre eso y las fantasías sexuales particulares, que cada quien tiene las suyas, puede darse el caso de que se nos deslice lo que no se nos debería deslizar en el lugar más inapropiado. Que el tema sexual le preocupa a esta señora es ya sabido, pues no olvidemos sus apreciaciones sobre Marlaska, que ya la pusieron en un brete tiempo ha. Pero esto ha sido aún más burdo. Aparte de que con su comentario podría entenderse ofendida la virilidad de la izquierda, cuyo máximo exponente sería el gran follador, según él, claro, y perdonen la licencia al usar la misma gruesa palabra que pronunció Iglesias para tirarse el rollo, haciendo gala del mismo pésimo gusto que la ministra, y la del propio presidente, o sea su jefe, amén de las de otros líderes de ese lado del espectro político. Pero además, recordemos, no hay ninguna mujer liderando ningún gran partido político en España, así que, en definitiva, y siguiendo el razonamiento de Delgado, todo se reduciría a una pelea de sables.

Para que algún día haya una mujer en ese primer nivel de la política, dado que masacraron a mi modo de ver injustamente a Rosa Díez, es imprescindible que las que lleguen a un cargo de responsabilidad sepan tener, justo al revés de lo que cantaba Sabina, la falda muy larga y la lengua muy corta.