Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Nadal XI convence hasta a Màxim

Contra la angustia de un calambre en la mano, frente a la pujanza de su potencial heredero Thiem, ante el vértido de la historia y la leyenda, Rafa Nadal, undécimo rey de París, volvió a coronarse ayer en Roland Garros. Lo hizo con la gradeza y la humildad de siempre. Sólo ha cedido un set en la presente edición y en el partido definitivo dictó una nueva lección de técnica, garra, táctica y estrategia.

Testigo directo de la enésima gesta de Rafa fue el flamante ministro de Cultura, Màxim Huerta, que hasta hace bien poco odiaba el deporte y ahora ha descubierto un nuevo mundo de valores, símbolos y códigos universales. Los que representa Nadal en todo el planeta con la emoción de su juego, su ejemplo y sus lágrimas de vencedor incansable. Bienvenido, ministro. El deporte también es cultura, formación y educación.

Dominic Thiem no es Wawrinka, arrasado en la final del año pasado, pero Nadal sigue siendo Nadal. El manacorense marcó su territorio desde el peloteo y no le dejó un sólo resquicio de esperanza al bravo jugador austríaco, que está llamado a levantar en el futuro más de una Copa de los Mosqueteros. Cuando Rafa se canse de ganar o decida irse al mar a pescar...

Agresivo y potente, muy sólido desde el fondo, Thiem cuenta con la ventaja de un cañón en el servicio, una derecha que es un martillo y un espectacular revés a una mano: elegante, profundo y variado. Pero todo eso no es suficiente frente al mejor tenista de todos los tiempos sobre tierra, lo que para muchos equivale al jugador más completo de la historia por la mayor gama de golpes que perrmite la superficie de polvo de ladrillo frente a las demás.

Para contrarrestar todo el arsenal del austríaco, Nadal rozó la perfección. No necesitó afilar su golpe menos bueno, el saque, porque encontró el equilibrio completo entre ataque y defensa. Como era previsible, castigó con saña con su derecha el revés de Thiem y abrió la pista para tirar puntos ganadores con el revés cruzado y el «drive» en paralelo cuando su adversario se tapaba el «handback» para entrar con su golpe natural. Punto tras punto, juego tras juego, sin tregua. Le cambió los planes a su adversario, le alejó todo lo que pudo de la línea de fondo y le castigó con varias dejadas -también con la derecha- para sacarle el punto, la carrera y la desesperación.

Thiem jugó con valentía, riesgo y determinación, pero se topó con un gigante que marcó los tiempos del partido en las tres mangas, le fue desgastando y consiguió desquiciarle, como a tantos otros rivales. En el duelo entre la leyenda y su posible sucesor, Nadal se sobrepuso incluso en el tercer set a la ansiedad del calambre en un dedo de su mano de la empuñadura para cerrar el partido y conquistar su 17º Grand Slam.

«Nos vemos el año que viene», se despidió Rafa una vez más de la pista central Philippe Chatrier, casi el patio de su casa, donde ya juega más por la gloria y por amor al tenis que por otra cosa. Allí estaban, rendidos al rey de la tierra, Pau Gasol, Zinedine Zidane, Gustavo Kuerten, Nadia Comanecci, el actor Hugh Grant y tantos otros. De esta seguro que se convierte y se convence el ministro Huerta. Bienvenido, Màxim.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats