Tras años de flagelación a los valencianos nos convendría tomarnos un respiro y practicar el gratificante arte de la autoestima. Ya sé que no se lleva; vivimos unos tiempos apocalípticos, en los que si uno quiere triunfar en el inmenso patio de vecinos de las redes sociales debe escribir textos cargados de metáforas amenazantes sobre la inminente llegada de la hecatombe. A pesar de todo eso, vale la pena hacer un esfuerzo de reflexión y comparar la situación de la escena política nacional con la que se vive en nuestro ámbito autonómico. No hace falta profundizar mucho para encontrar un brutal contraste entre estos dos escenarios: mientras la Comunitat Valenciana funciona con una incontestable tranquilidad institucional, en Madrid se vive en estado de sobresalto permanente y todo parece indicar que estamos en la fase previa del gran estallido final.

La enumeración de acontecimientos nacionales es interminable. En los últimos tres años se han producido dos elecciones generales y todo parece indicar que vamos camino de las terceras. Ha habido una moción de censura contra el Gobierno de Rajoy y se acaba de poner en marcha la segunda. Una comunidad autónoma (Cataluña) ha celebrado un referéndum para declararse independiente y vive en una situación de rebeldía perpetua respecto al poder central. El principal partido de la oposición (el PSOE) ha vivido la peor crisis de su historia reciente, con la dimisión y la posterior reposición de su secretario general. Se ha producido un terremoto en la derecha, viéndose seriamente amenazada la secular hegemonía del PP por la espectacular aparición de Ciudadanos. En la izquierda, el fenómeno Podemos ha visto considerablemente frenadas sus expectativas y se complican sus ansias de superar electoralmente a los socialistas.

Mientras en Madrid la actualidad corría a velocidad de vértigo, la Comunitat Valenciana permanecía dirigida por un gobierno de coalición de izquierdas por cuya continuidad nadie daba un duro y que al final está batiendo todos los records de estabilidad de la historia de la política autonómica. El tándem PSPV/Compromís, con el apoyo externo de Podemos, va desbaratando día a día las negras previsiones de los agoreros y cumple tres años centrado en su plan para reconstruir un territorio autonómico arrasado por la infausta herencia del PP. Con mayor o menor acierto en los resultados y soportando una hipoteca económica gigantesca, el actual Consell está cumpliendo a rajatabla uno de sus primeros objetivos fundacionales: devolverle a la ciudadanía una sensación de normalidad que se había perdido durante los últimos años del PP, en los que este territorio vivió conmocionado por una continuada sucesión de escándalos de corrupción.

Las diferencias son tan evidentes, que ya ha empezado a hacer fortuna el concepto «el oasis valenciano»; una versión autóctona del antiguo (y absolutamente caducado) oasis catalán con la que se quiere ilustrar la placidez política de esta autonomía frente al caos que reina a nivel estatal.

Para explicar esta insólita situación habría que descartar los argumentos más simplistas: ni los políticos de Madrid se han vuelto locos todos a la vez, ni los políticos valencianos han sucumbido a una extraña epidemia de sensatez. Las cosas son algo más complicadas. El irresoluble enredo en el que se ha metido la política nacional es el fruto de una notable incertidumbre electoral, que ha hecho que los partidos se enroquen en la defensa numantina de sus particulares espacios políticos: los que pueden crecer quieren crecer más y los que van cuesta abajo quieren detener la sangría; en ese ambiente no hay punto de encuentro posible y todos los esfuerzos se centran en no cederle ni un metro de terreno al enemigo. Frente a esta rácana política de marcajes estratégicos, en la Comunitat Valenciana estamos asistiendo a un auténtico esfuerzo de negociación y de consenso, en el que cada uno de los partidos del pacto del Botànic hace sus particulares renuncias en pro de la estabilidad del gobierno autonómico. No es un proceso fácil ni ha estado exento de tensiones; sin embargo, no se puede negar que tras sus primeros años de existencia, el entendimiento entre el PSPV, Compromís y Podemos ha superado los peores obstáculos y se ha consolidado como una eficaz herramienta de acción política a la que conviene ir acostumbrándose, ya que los tiempos de las mayorías absolutas han pasado a la historia.

Los grandes analistas políticos nacionales ya empiezan a hablar de la posibilidad de exportar el modelo valenciano al resto del país y la verdad? es que la cosa suena bien: tras años de vergüenza y orejas gachas, resulta reconfortante que los políticos valencianos sean citados como un ejemplo para el resto de España.