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La Plaza de Toros, patrimonio y orgullo

Vivimos en un mundo acomplejado, de moral diminutiva y tosca, donde el qué dirán y el postureo acaban por determinar lo que debería ser el devenir natural de la vida. En Alicante, por ejemplo, se asume el turismo como parte fundamental de la economía de la ciudad. Nuestra geografía posee el patrimonio del sol de manera espontánea, sin esfuerzo, y desde aquellos romanos que bautizaron esta gracia como Lucentum, «la de la luz», la Costa Blanca ha sabido explotar esta maravilla y, sobre todo, desde el pasado siglo como destino de aquellos que buscan «estos días azules y este sol de la infancia» machadianos.

Y con todo esto, claro, Alicante ha ido añadiendo otros atractivos de todo tipo por obra y gracia de sus gentes. Al reclamo de sol y mar, los visitantes que se acercan desde lejanas latitudes buscan también sus monumentos, su cultura, su idiosincrasia, y dentro de todo eso, cómo no, también el patrimonio taurino. Sin embargo, con tanta «maricomplejines» que hemos sufrido en el gobierno local en los últimos años, a nadie se le ha ocurrido cuidar uno de los edificios públicos más importantes, atractivos y rentables de toda la ciudad. Tras la iniciativa a comienzos de este siglo de inaugurar un museo taurino en las dependencias del coso, amén de actualizar otras dependencias del edificio, estos años hemos visto un progresivo abandono respecto a todo lo conseguido. Hasta el páramo casi total de los últimos tiempos con el desnortamiento munícipe.

Y durante todos esos años de olvido y dejadez, a pesar de lo que el coso seguía rentando a las arcas públicas, la realidad del interés natural de muchos de los turistas se ha impuesto a la tozudez de la moda animalista. El año pasado nos sorprendían los datos que la entonces concejala Gloria Vara confesaba en el programa de radio de José María Jericó: el museo más visitado de la ciudad era el taurino, y hasta se había tenido que abrir de manera extraordinaria para recibir numerosos grupos de cruceristas. Además, si uno se acerca por los aledaños del coso de la plaza de España un día cualquiera, puede observar cómo muchos corrillos de visitantes no solo se hacen fotos junto a la escultura del encierro, sino que pululan por las inmediaciones del coso, tratan de meterse en sus entrañas, conocer sus secretos y acercarse algo más a la magia de la tauromaquia. Y, sin embargo, no hay quien les guíe, les indique, les asesore, les revele la historia y esos misterios que tan atractivos pueden llegar a ser. Sabemos del esfuerzo que los trabajadores del coso y del museo llevan a cabo para paliar, en la medida de sus posibilidades, esas carencias, pero ni es su responsabilidad ni debe serlo.

Da pena comprobar, por añadidura, el estado de los enseres que adornan los pasillos de la plaza (carteles, cabezas de toros señeros...) y que cedieron aficionados altruistamente. Me atrevería a decir que la plaza de toros, pese a muchos, será el edificio más visitado durante las próximas Hogueras, y no es de recibo que no se cuide esa proyección. La plaza acogerá el día 14 el pregón taurino (que también organizará Tauro Joven; lapsus zanjado de la semana pasada), además de una exposición en esos pasillos mencionados, que tanto potencial tienen, con el título de «Los toros son cultura, ¡claro que sí!» en la que artistas, intelectuales, científicos, filósofos, escritores, políticos... defienden el mundo de la tauromaquia como espectáculo y manifestación cultural de primerísimo orden, que ha sido expuesta, entre otras, en las plazas de Valencia o de Madrid, en estos días isidriles.

Por tanto, solo queda colegir de todos estos datos que urge llevar a cabo un proyecto de conservación y explotación turística de nuestra Plaza de Toros, desde su museo (que necesita actualizarse y dinamizarse) hasta el resto de instalaciones, para tratarla como lo que es: un patrimonio único, una joya para cuidar y enseñar. Y organizar visitas guiadas a todo ese complejo. Que se estudie y se lleve a cabo es responsabilidad del ayuntamiento, o seguiremos dando imagen de dejadez y perdiendo la oportunidad de mostrar nuestra ciudad tan maravillosa como es.

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