Mayo arrancaba con la difusión de la clasificación mundial de la Libertad de Prensa elaborada por Reporteros Sin Fronteras, que es la «biblia» en cuanto a evaluación con rigor de la situación del ejercicio del Periodismo y, por ende, de la Libertad de Expresión en 180 países del mundo. Desde que se publica este informe, la foto fija es bastante similar, liderando la clasificación los países nórdicos, y otros estados del norte y centro de Europa, como Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Irlanda, Suiza, Austria o Estonia. También repiten en esa zona noble de la lista estados no europeos como Jamaica, Nueva Zelanda o Costa Rica. Y llama positivamente la atención la irrupción de los únicos europeos del sur, los portugueses (me encanta). Un dato a tener en cuenta es que la Libertad de Prensa y la Libertad de Expresión están directamente relacionadas con la calidad de la Educación de un país y con sus estándares democráticos. Se entiende perfectamente que Corea del Norte sea el 180 de la lista y que en el pelotón de cola estén Siria, China, Cuba, Arabia Saudí, Guinea Ecuatorial, Turquía, Rusia o México. Especialmente sangrante es el caso mexicano, donde se siguen secuestrando y asesinando periodistas con total impunidad, y, después de Siria, es el país más mortífero del mundo para ejercer el periodismo. El informe se presentaba este año bajo el título «El odio al Periodismo», y viene a constatar el clima de odio hacia los periodistas, la hostilidad de dirigentes políticos (y sus comisarios políticos) hacia los medios de comunicación, hasta el punto de acusar de terrorismo a periodistas, y de encarcelar y multar de manera totalmente arbitraria.

Vayamos a nuestro negociado, a España, el país de la corruPPción sistémica, del Pabliscito, del nacional-populismo naranja o del ultranacionalismo excluyente amarillo. En esta clasificación mundial sobre la Libertad de Prensa, España sigue en tierra de nadie, en el puesto 31, y bajando. Estamos en el grupo de los que tienen tirones de oreja. No es por desanimar, pero estados africanos como Ghana, Namibia, África del Sur o Cabo Verde están mejor que nosotros. Llama la atención, por la relación que indicaba antes entre Libertad de Prensa/Expresión y calidad democrática de un Estado, que los datos del último Eurobarómetro publicado este miércoles indican que España es el cuarto país de la Unión Europea más insatisfecho con la situación de su democracia. El informe de RSF pone el foco en tres aspectos: el desarrollo de la Ley Mordaza, un verdadero dislate que nos hace ridículos de cara al mundo exterior; las tensiones/presiones informativas, en una y otra dirección, por el Procés catalán; y la «manipulación, falta de pluralidad y de independencia» en la radio televisión pública española (RTVE). Ante esto último, ya saben la receta de Montoro: «Cambien de canal». Al fin y a la postre, a estos gestores de lo público les importa el «pedo de un violinista», como diría el gran Frank McCourt, los designios de la radio y la tele pública. Su objetivo, ya lo vimos con Canal 9: liquidación por derribo.

Mi amiga Amparo Álvarez, pedazo de periodista de toda la vida de RTVE, se sumaba a la campaña de la dignidad #AsiSeManipula #RTVEdetodos que iniciaban recientemente las periodistas del ente púbico y centraba su denuncia en: «Cuando te piden en un directo que cuentes una información que tú no has contrastado. Cuando se veta a tertulianos. Cuando se llena un Telediario de sucesos, anécdotas y tiempo, mientras faltan reportajes sociales sobre aquellos que siguen sufriendo la crisis». Esta semana, otra periodista de RTVE como Lara Robles explotaba en las redes sociales para denunciar que «en La Mañana de TVE no hacemos información política por eso no contamos la detención de Eduardo Zaplana». Enrique Pallas, director de Informativos de TVE en València, dimitía unos días antes por la censura del vídeo en el que aparecía la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez de Castro, despreciando de manera vergonzante a los pensionistas que esperaban a Rajoy a las puertas del Ayuntamiento de Alicante. Una renuncia que se sumaba a la de la editora del Centro Territorial de TVE en València, Arantxa Torres, que dimitió el 8 de mayo por esa misma censura. Los trabajadores hablan de situación «inaguantable, alarmante y límite», pero sigue sin aprobarse la renovación del Consejo de Administración y del presidente de la Corporación pública, José Antonio Sánchez, un tipo que no reniega de su condición de comisario político y cuya nefasta y militante gestión está dejando tiritando la marca RTVE.

Y en estas, la nueva televisión pública valenciana, A Punt, arrancará sus emisiones regulares el próximo 10 de junio, con la periodista Empar Marco a la cabeza, como directora general. Grandes retos y responsabilidades tienen para cambiar de paradigma y hacer una tele pública de calidad, independiente, al servicio del ciudadano y capaz de vertebrar una comunidad autónoma tan compleja. Qué tengan suerte.