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Joaquín Rábago

La mujer de César

Como en tantas otras cosas de la vida, en la política, que forma parte de ella, la estética es tan importante como la política. Y debería serlo también en este país, donde, a juzgar por la corrupción que no nos deja, tanta falta hacen ambas. Es lo que expresó en su día Julio César para justificar su divorcio de Pompeya Sila con frase que ha pasado a la historia.

«La mujer de César no sólo debe ser honrada sino además parecerlo», dijo el emperador romano, según nos transmitió Plutarco.

Viene todo esto a cuento de la noticia según la cual dos líderes de Podemos se han comprado un chalé en la sierra madrileña valorado en 660.000 euros para poder ofrecerles calidad de vida a los gemelos que esperan. Lo han hecho, es cierto, gracias a una hipoteca a treinta años, que obliga a la pareja -el presidente del partido, Pablo Iglesias, y la portavoz, Irene Montero- a desembolsar entre ambos 1.600 euros al mes durante la mayor parte de su vida laboral si dejan la política. La cosa hubiese escandalizado tal vez menos a muchos si en el pasado Iglesias no hubiese descalificado a los políticos de derechas que viven en lujosos chalés, aislados del resto de los mortales, o acusado a un ministro exbanquero de vivir en un lujoso ático.

Es cierto que, como señala la pareja, ellos se han comprado el chalé no para especular sino para vivir en él con sus hijos, explicación que sería seguramente suficiente en un país normal.

Pero el nuestro no es en muchos aspectos un país normal, sino uno en el que, como leemos todos los días en la prensa, demasiados se han aprovechado de su paso por la política para llenar sus bolsillos.

Un país además cada vez más desigual, de elevado desempleo, creciente precariado, sueldos ridículos, alquileres desorbitados y en el que cada vez es más difícil para una joven pareja forjarse un proyecto de vida, como no se cansa de denunciar con razón Podemos.

Si ha de ser coherente, un político se debe tanto al partido en cuyas filas milita cuanto a los votantes que le eligieron confiando en que, por entender mejor que otros sus problemas cotidianos, estarían por él mejor representados.

Por supuesto que el hecho de ser de izquierdas no quiere decir que haya que ir calzado con alpargatas, como en los primeros tiempos de Franco, o vivir necesariamente en uno de esos pisos de protección oficial que además tanto escasean.

Pero un político, y ahí viene lo de la estética, ha de tener siempre presente no sólo la eventual repercusión de sus decisiones en quienes confiaron en él, sino también el posible impacto negativo en su partido. Y, como era de esperar, la decisión personal de Iglesias y Montero, va a costarle con seguridad votos a Podemos y hacer que muchos votantes de izquierda se sientan cada vez más huérfanos políticamente.

Dicho todo esto, hay mucho de hipocresía sobre todo por parte de la derecha cuando cuestiona que una pareja de izquierdas con un sueldo decente pueda adquirir una vivienda en el campo con piscina.

La persecución de que Iglesias y Montero están siendo objeto por parte de la derecha mediática más montaraz es inimaginable en otros países de nuestro entorno. Pero eso deberían haberlo previsto.

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