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Cabeza negra

Sed en el Rico Pérez

Produce cierta desazón saber que se va a levantar el césped de nuestro estadio. Perder, aunque sea por unos días, el único nexo que nos queda con el fútbol profesional. La última reliquia visible de nuestro pasado esplendor. Precisamente ese cambio del terreno va a producir que nuestro filial (¿no podríamos llamarle Club Natación Alicante o algo menos horripilante y taxonómico que eso de Hércules B?) tenga que disputar su promoción de ascenso en el Estadio de Atletismo del Monte Tossal y no en el Rico Pérez, como sería la ilusión de los chavales -y la nuestra-. No termino de entender por qué no se puede demorar ese cambio unos días más y darnos el gustazo de vivir un posible ascenso en nuestro estadio.

En cualquier caso, allí estará la hinchada; algo más incómoda, pero «junta y en armonía» animando a sus cachorros con la misma ilusión con la que alienta a sus mayores. El ascenso del filial sería el mejor preludio en esa anunciada senda hacia el club de cantera que queremos llegar a ser. Entre la promoción de los «nanos» y la de los «gegants» del Lucentum (¡acebé!), estaremos al menos entretenidos, camino de les fogueres y lejos del marasmo económico habitual de estas fechas. El Hércules una vez más, culmina su particular periplo anual de tres etapas: pretemporada ilusionante, temporada decepcionante y postemporada acojonante. Estamos entrenaos, que diría mi primo Perico.

Mientras escribo estas líneas, oigo el gol de Álex Gallar con el Huesca y tengo que hacer un esfuerzo para no dar una colleja a mi hijo que pasaba por allí. Confieso que yo no supe ver ninguna virtud en aquel chico cuando fue de los nuestros, pero lo que me pone a cien, es comprobar que nuestra secretaría técnica se muestre tan fiable como el ascensor del Castillo. Tras más de un lustro de fracasos, necesitamos un éxito como el comer. Personalmente estoy desesperado. Tengo una diana en casa con la cara del Barón de Coubertin y solo encuentro consuelo releyendo por enésima vez «Sed en la Condomina»; un clásico de la literatura universal por descubrir. Ni «Fútbol a sol y sombra», ni «Fiebre en las gradas», ni «Fútbol contra el enemigo»; si tengo que elegir un libro futbolero donde poder sentirse identificado, me quedo sin duda con este librito de Luis María Valero.

Su repetida lectura me ha hecho sentir cierta empatía hacia el club pimentonero. Alma gemela del sureste perdido. Es por eso que en el la promoción de los vecinos, tengo el corazón dividido: Por un lado, quiero que pase el Murcia, y por otro, quiero que no pase el Elche. Vivo sin vivir en mí, pijo.

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