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La papeleta

Pere Rostoll

Hacerse viejo en una semana

«Hoy ya han subidos dos veces portavoces distintos a la tribuna del Congreso. Y ya no es lo mismo. Estan como en shock. Han perdido toda la frescura. En apenas una semana». Así definía un diputado alicantino en el Congreso con una excelente capacidad de observación el terremoto político que está sacudiendo Podemos a raíz del escándalo que se ha originado como consecuencia de la compra por parte de Pablo Iglesias e Irene Montero de un chalé por 600.000 euros -cien millones de las antiguas pesetas- en una lujosa urbanización de Madrid junto a la posterior maniobra para someter esa operación de la pareja a las bases «moradas» -casi medio millón de apuntados que nadie sabe muy bien de dónde han surgido ni la lista en la que figuran- con el único objetivo de autojustificarse. Más tensión y problemas para la organización. Algo que, en el caso concreto de esta Comunidad, si cabe, tiene muchísima más importancia: Podemos es la fuerza que a día de hoy garantiza la estabilidad parlamentaria del Consell del Botànic.

Es evidente que se trata de una decisión personal, como muchos dicen dentro de Podemos. Pero también es verdad que rompe por completo el discurso de los morados y pone en cuestión su credibilidad. Y que, por tanto, se trata de una resolución que tiene un impacto en el conjunto de la organización. Cada uno puede hacer lo que quiera con su dinero, gastarlo en lo que considere y llegar hasta donde su bolsillo se lo permita. Pero lo mínimo que se le debe exigir a un dirigente político y al partido que lo sustenta es un gramo de coherencia. Máxime a alguien que aspira a ocupar la presidencia del Gobierno. Y fue el propio Pablo Iglesias el que, en unas declaraciones, aseguró que no se podía dejar la gestión económica de España en manos de alguien, en referencia al ministro Luis de Guindos, que se compraba una casa de 600.000 euros. Ergo, por esa regla de tres y con su mismo razonamiento, el líder de Podemos no estaría en disposición de asumir tareas de gobierno. Hoy estaría inhabilitado. Así de claro. Pero donde dije digo, digo diego...

Para curarse en salud y lavarse las manos, ahora el dúo que controla Podemos busca el aval de las bases en una consulta que, por ejemplo, en el caso de la provincia se celebra junto a las asambleas en las que se eligen nuevos liderazgos locales -como, por ejemplo, en Alicante o Elche- con la vista puesta en las elecciones locales y autonómicas de 2019. Poca broma. No importa el resultado. Es probable que lo importante no sea el número de votos a favor -todos dan por descontado que los «pablistas» impondrán su ley- sino la participación o las abstenciones para medir el nivel de hastío entre los inscritos en Podemos. El mal ya está hecho. Por la falta de coherencia y de credibilidad a la que ahora se enfrenta la organización. ¿Con qué autoridad intervendrá el jueves en las Cortes el líder de Podemos, el alicantino Antonio Estañ, para preguntarle a Ximo Puig por los desahucios? Pero también por el desgaste que supone la consulta personalista de Pablo Iglesias e Irene Montero. ¿Cómo va a presentarse a partir de ahora ante la sociedad un partido que deja a un lado el interés general que debe velar su labor para legitimar únicamente una actuación particular sin ninguna coherencia? Podemos se ha hecho viejo en sólo una semana. Más que eso: anciano.

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