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Juan R. Gil

Análisis

Juan R. Gil

Matar por las sobras

Guanyar, la marca blanca de Esquerra Unida y Podemos en Alicante, ha visto en tres años cómo dos de sus seis ediles salían del grupo por escándalos

De todos los grandes partidos, viejos o nuevos, creo que Esquerra Unida es del que menos se ha escrito en estas páginas. Desde luego, mucho menos de lo que sus sucesivos dirigentes han escrito de este periódico y de quien firma este artículo, con tanta ferocidad como infantilismo, en las mal llamadas redes sociales, que cada vez son menos tanto lo uno como lo otro. Y no ha sido porque EU no haya dado que hablar en Alicante en este mandato, siempre para mal. Si sus continuos desmadres no han encontrado aquí el eco que probablemente merecían ha sido más por la memoria de lo que fue que por comprensión con la opereta en que han degenerado.

Hubo un tiempo en que EU fue referente de trabajo, sacrificio y dignidad. Sus batallas internas fueron una constante, parte de su adn. Pero siempre tuvieron sentido. En la historia de EU nunca hubo paz. No ha habido prácticamente momento en que alguien no estuviera dispuesto a sacar la navaja contra alguien. Pero los Alcaraz y los Rosser, los Romero y las Molares, los Mollás y los Morenos, las Marcos o las Oltras se mataban por diferencias políticas o estratégicas de fondo. Lo más lamentable de los que hay ahora es que pelean por repartirse las migajas: por controlar una asamblea donde sólo van treinta; por ganar ventaja para la subasta de puestos que dirigirán, tras su propia purga, los compañeros de Podemos; por seguir en el machito, sin otro fin que el alimenticio; por repartirse unos cuantos sueldos, en fin. Es triste, pero es así: se matan por las sobras.

El concejal Víctor Domínguez dimitió esta semana acusado de pagar a una persona vinculada a EU por la prestación al Ayuntamiento de un servicio para el que ni siquiera se hizo un contrato. En tres años, es el segundo edil de Guanyar, la marca blanca con la que EU y Podemos concurrieron a las últimas elecciones municipales, que abandona el grupo. La primera fue Nerea Belmonte que, travestida en tránsfuga, acabó hace unas semanas por entregar el gobierno al PP. Domínguez ha dicho que renunciará a su acta de concejal (lo ha dicho, pero aún no lo ha hecho, como si el respeto a los ciudadanos no obligara a actuar justo al revés: llegar a la asamblea con la dimisión presentada en el registro municipal), así que si cumple su caso no será el mismo que el de su excompañera, que sigue formando parte de la Corporación y que, desde que hizo alcalde a Luis Barcala, está desplegando una inusitada actividad política y social arropada, cuando no impulsada, por el nuevo gobierno popular que tanto le debe. A Belmonte, además, la expulsó tanto la asamblea de Guanyar como la de Podemos, partido al que pertenecía, y a pesar de eso no quiso devolver sus credenciales. Domínguez, por el contrario, ha anunciado su retirada a pesar de contar con el respaldo mayoritario para que continuara tanto de la asamblea de Guanyar como de la de EU, donde sus partidarios son mayoría.

Hasta ahí las diferencias. Porque el resto es igual. Domínguez, que aunque él lo niegue parece estar practicando una mera retirada estratégica para acabar siendo el líder de EU en las negociaciones de la próxima lista con Podemos, ha tenido un paso por el Ayuntamiento, durante el tiempo que gobernó el tripartito, poco claro. La limpieza de Alicante con él al frente del departamento alcanzó niveles de auténtica vergüenza, pero la empresa concesionaria, esa de la que forma parte la supuesta bestia negra de la izquierda alicantina, digo de Enrique Ortiz, no vio mermados ni un ápice sus beneficios ni aumentadas de forma relevante sus obligaciones. Más bien al contrario. Fue despojado del área antes incluso de que el tripartito se precipitara por el barranco, sin que Guanyar ni EU se dignaran dar una explicación rigurosa a un cambio tan importante. Y finalmente saltó lo del pago «a dedo» por la prestación de un servicio de una forma que no sé si infringe todos los procedimientos de la Administración o sólo algunos, pero desde luego reúne toda la apariencia de discrecionalidad e irregularidad que cualquiera pueda imaginarse. Los políticos que han tenido que hacer listas siempre te cuentan la anécdota de aquel que pedía un puesto para un amigo.

-«¿Por qué?», preguntaban al peticionario.

-«Porque es honrado», respondía éste.

-«¿Y ha tenido oportunidad de no serlo?».

Convengamos en que, la primera vez que Podemos y EU han tenido la oportunidad de formar parte de un gobierno en Alicante (lo del PSOE y el PCE en el 79 definitivamente era otra cosa); de dar órdenes y que se cumplan y de manejar dinero público, la prueba no la han aprobado. Dos concejales de seis pillados por lo mismo en tres años suponen un suspenso en toda regla. Y no me digan que las cantidades, tanto en el asunto de Belmonte como en el de Domínguez, han sido, de tan pequeñas, ridículas, porque esto no va del cuánto, sino del qué, el cómo y el porqué.

Este no es, en cualquier caso, un artículo contra Víctor Domínguez. Es un texto crítico con EU. Con quienes hoy la manejan, ya sea desde el bando dominante o desde el conspirador. Domínguez pertenece al primero de esos bandos, y por ello EU, lejos de cuestionar su actuación, le ha respaldado. Si ha dimitido es porque ha querido o porque le interesa. Y el escándalo que viene gravitando desde hace meses sobre su cabeza, hasta que una información de El Mundo activó la espoleta hace unos días, lo ha hecho estallar el otro bando, el que lidera Miguel Ángel Pavón, no por ningún ataque de ética, sino por cornear el enemigo. Porque en EU ya no se debate: se embiste, sin importar si quien acaba herida de muerte es la esperanza de sus electores. Ya no es un proyecto político, más allá de cuatro tópicos, sino un plan de jubilación. Lo que cuenta (ay, Anguita) no son los programas, sino los nombres: quién escribe el suyo en la próxima lista y quién se cae.

Así que lo malo no es que los de Pavón filtraran una información contra Domínguez. Como diría el añorado Antonio Moreno, eso es política y el que espere otra cosa que se apunte a una ONG. No. Lo malo es que el fuego amigo no se produce por un arrebato de honestidad; no es porque se sepa que un compañero está actuando de forma opaca y se le quiera parar. No hay nada ejemplar ni regenerador en lo que ha ocurrido. Es todo tan viejo como la misma política: aquí no había más objetivo que el de acabar con el rival. Y eso es lo que se ha hecho, por la vía de poner a Domínguez en el mismo plano que en su día se colocó a Nerea Belmonte. Pero lo que ocurre es que a estas alturas todos en ese partido son Belmonte. Porque, ¿dónde quedan palabras como coherencia o integridad que Pavón suele utilizar con tanta pompa, si cuando mi compañera Carolina Pascual le pregunta si piensa seguir como portavoz a pesar de que ni la mayoría de Guanyar ni la de EU le quieren ya en ese puesto, admite que es consciente del rechazo para a renglón seguido contestar que no tiene intención alguna de dimitir? ¿En qué se diferencia entonces Pavón de Belmonte? El caso no es el mismo, pero el principio sí: cree que el puesto es suyo.

Dicen que no puede entenderse lo que está pasando en EU si no se conoce el papel que juega Esther Rubio, Teri por nombre de guerra. Rubio fue asesora del grupo en el anterior mandato como persona de confianza de Pavón y lo ha sido también en éste. Aseguran que es la mano derecha del portavoz, pero algunos que conocen bien la relación entre ambos afirman que no es así: que Pavón no es el jefe, sino la marioneta de Rubio. Y que todas las maniobras empiezan y acaban en ella. No tengo ninguna constancia de que así sea y el dibujo que hacen de esta fontanera que se mueve sin dejar rastro ni en las hemerotecas ni en los buscadores es tan exagerado que induce a no creerlo. Pero en todo caso, si una sola persona, hombre o mujer, es la responsable del desastre en que se ha convertido EU en Alicante, entonces es que esa organización no merece respeto alguno y está condenada a desaparecer más pronto que tarde. Será una pena. Pero no una pérdida. Hace tiempo que dejaron de servir para nada que no sea la supervivencia de quienes se turnan en el control de la organización. O, por mejor decir, de la banda. Porque en eso han quedado. En banda. Porca miseria.

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