A Juanma Martínez, poeta, que está en el origen de este artículo

Acaba de ser noticia la retirada -forzosa- de James Harrison. Tiene 81 años y el pasado día 11 de mayo ha hecho su última donación de sangre. La ley australiana -Harrison vive en Australia- no le permite seguir donando. La particularidad de la noticia es el dato que la acompaña: ha realizado más de 1100 donaciones de sangre en 60 años. Si a los varones se les permite donar una vez cada tres meses -el tiempo necesario para regenerar su sangre; para las mujeres el plazo es de cuatro meses-, James lo ha hecho cada dos semanas. La razón es que sus donaciones eran de menor volumen, pero tenían un valor añadido: en su sangre se encuentra el factor que previene la eritroblastosis fetal, una enfermedad provocada por la incompatibilidad entre la sangre del feto y la de su madre, que destruye los glóbulos rojos del hijo, ocasionando su muerte. A James Harrison se le atribuye la salvación de 2,4 millones de niños. Dicen que tiene la sangre «mágica».

En realidad, los 60 años que lleva Harrison donando sangre son los que hace que nació la transfusión fetal como remedio para evitar la muerte de esos niños. La eritroblastosis fetal era una situación a la que se se enfrentaban los médicos sin más armas que su buena voluntad, hasta que, a mediados de la década de 1960, Albert William Liley, un médico neozelandés, concibió la posibilidad de socorrerlo con transfusiones de sangre antes del parto, por medio de una punción en la pared abdominal de la madre que permitía transfundir la sangre directamente al niño. La técnica, perfeccionada pronto, supuso no sólo la mayor contribución al tratamiento de esta enfermedad, sino también la primera prueba de que el feto podía ser considerado en sí mismo como un paciente con todas las consecuencias. Acababa de nacer la Medicina Fetal.

Han pasado desde entonces 60 años, lo últimos de los cuales han acelerado vertiginosamente las posibilidades de la técnica, y es el turno ahora de la Cirugía Fetal. Su contribución es decisiva, y está llamada a serlo más, debido, precisamente, al carácter especialmente dinámico de la biología en esos meses, que hace que un pequeño defecto se despliegue en abanico y tenga unas consecuencias catastróficas en poco tiempo, pero que hace, también, que una pequeña intervención dé lugar a una cascada de consecuencias que cancele el desarrollo fatal. Si hay un momento en la vida humana en que se impone la evidencia del «efecto mariposa» es éste de la época intrauterina.

Las primeras intervenciones de la Cirugía Fetal surgieron en los años 80, pero entonces se limitaban a «cesáreas incompletas» que externalizaban la región del cuerpo del niño que había que operar, y, al terminar, se le restituía a su lugar. Aún están vivas en nuestras retinas las imágenes de Samuel Armas, al que operaban de espina bífida, sacando la mano por la apertura de la pared uterina y agarrando la mano del cirujano que lo operaba. Pero es éste un procedimiento con graves complicaciones tanto para la madre como para su hijo, que se ven expuestos a infecciones complicadas y facilitaba un desprendimiento prematuro de la placenta.

Se calcula que estas malformaciones están presentes en aproximadamente el 0,5% de los embarazos. La Cirugía Fetal abre la posibilidad de intervenir en situaciones en las que lo único que cabía era esperar al parto y procurar entonces remediar lo remediable. Por ejemplo: la transfusión feto-fetal es una grave complicación de los embarazos gemelares, que acaba con la vida de ambos hermanos: uno, porque se queda sin sangre y el otro porque es incapaz de manejar tanto volumen. En 1992, un equipo del King´s College de Londres consiguió tratar a dos gemelos con síndrome de transfusión feto-fetal introduciendo un láser por vía endoscópica y «cerrando» los vasos sanguíneos que cruzaban de una parte a otra.

Más ejemplos. La hernia diafragmática es una malformación en la separación entre el tórax y el abdomen que hace que el contenido abdominal pase al tórax, impidiendo así el desarrollo de los pulmones. La sobrevida tras el parto es de alrededor de 50%. Pero en 2002 en el Hospital Universitario de la Lovaina, en Bélgica, se realizó la primera intervención de hernia diafragmática por medio de un balón hinchable que se introdujo endoscópicamente en la tráquea del feto, lo que provocó la expansión del pulmón y el rechazo de las vísceras abdominales. El desarrollo fetal se recondujo a la normalidad. Y en 2012, en Barcelona, un equipo mixto del Hospital San Juan de Dios y del Clínico operaron con éxito a un feto de 800 g que sufría atresia bronquial. Y se trabaja en la cirugía de malformaciones de la vejiga y de la uretra que impiden la eliminación de la orina y acaban destruyendo los riñones.

La Cirugía Fetal ha comenzado ya, y cobra fuerza. Muchos niños que estaban abocados a la muerte o a una vida limitada tienen ahora ante ellos un futuro prometedor en plenitud de condiciones. Como la sangre de James Harrison, estos cirujanos tienen las «manos mágicas».