Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Mondéjar.

El indignado Burgués

Javier Mondéjar

Adornar/inventar curriculums

Tengo yo, para mí, que algunos de los brillantes currículums que algunos políticos y expolíticos dicen poseer están más falseados que las encuestas del CIS. De verdad que no me cabe en la cabeza cómo alguien al que no se ha visto por la Facultad más que para preparar actos de su partido o, a lo sumo, festeando en la cafetería, haya conseguido terminar una carrera universitaria. Que no es que haya que ser Einstein para tener una, pero vamos, algo de esfuerzo cuesta y hay que hacer exámenes, ir a clase a tomar apuntes y estudiar un poquillo, lo que suele ser incompatible con puestecitos en la sede local o con carguitos en ayuntamientos o consellerías, especialmente cuando recién destetado el joven embrión de ministro ya ha encontrado su destino en la vida que es vivir de nóminas públicas.

Estoy convencido de que un porcentaje alto de esos títulos universitarios o no se tienen o se han conseguido con «ayuditas» y si levantáramos las alfombras nos daríamos cuenta de que hay mucho más polvo de lo que parece. Pero, vamos, me da pereza revolver expedientes; si alguien se anima le puedo sugerir algunos nombres para que busque.

Analizando comparativamente los pecados capitales en el Mundo, un conocido escritor de los setenta concluyó que en España la soberbia y la envidia campeaban sin límite. Los dos son pecados complementarios y, en cierta forma, se retroalimentan, porque cuanto más soberbios son los otros más tendemos a envidiarlos y a la vez en ensorberbecernos para ponernos a su altura.

Sin embargo y en contra de esta teoría, es curioso cómo, a diferencia de otros países civilizados, los españoles somos los que más tendemos a despreciar los formalismos y las titulaciones académicas y cualquier mindundi trata de tú a un candidato al Premio Nobel sin ningún reparo. En Alemania o en Italia se antepondrá un «Doktor» o un «Dottore» a quienes lo ostentan, mientras en toda Iberoamérica entienden como una falta de educación que formalmente no honres su apellido con el título que les corresponde sea doctor, licenciado o contador. Es que en España hemos acabado hasta con el Don, cuando los marinos ingleses como Nelson en sus guerras del XVIII hablaban coloquialmente de los españoles como de los «Dons», de tan formales que eran nuestros antepasados.

Y ya ni les cuento lo que pasa con los Ilmos. y Excmos., que no sufro por su pérdida ya que había una proliferación excesiva en cualquier acto, unos por serlo efectivamente y otros -los más- por quererlo ser e inventarse de qué forma querían ser tratados, como un tipo que me estuvo dando la vara toda una noche porque prescindí de su teórico Excmo. O tempora o mores. Qué pesadez.

En realidad embellecer currículums es exactamente igual que reinventar la historia, pero a título personal. Si dejamos que los secesionistas catalanes nos digan sin que nadie proteste que el último descerebrado racista es el presidente número 130 y tantos bis (porque es cargo compartido) de la Generalitat, no sé porqué vamos a quejarnos de que Fulanito no tenga la carrera de Derecho aunque figure así en sus publicaciones o que a Zutanita le hayan regalado quince asignaturas gracias a sus caídas de ojos (seré discreto).

En una época en que las noticias falsas son las únicas verdaderas, a juicio de un porcentaje enorme de la población mundial, ¿qué más da que en vez de estudiar tocase la guitarra hasta que le sangraran las yemas de los dedos? ¿Que contribuye más a una buena carrera en un partido: un título que es un papel que jamás te va a servir para nada o una buenos, adecuados y profilácticos besos de tornillo a los que mandan? ¿Es mejor un chiste oportuno o una idea brillante?. Pues teniendo en cuenta que las ideas están sobrevaloradas y especialmente si las aporta un becario que puede poner en ridículo a sus líderes, un chiste de leperos o una imitación de Chiquito no compromete a nada y todos ríen de ese muchachito/a tan gracioso/a.

Dejemos los títulos y los papeles para los desgraciados que lo necesiten a la hora de encontrar un trabajo. Muy bien me parece que un político en ciernes no se moleste en semejantes plebeyeces como formarse académicamente, que no le va a servir para nada. Cuánto mejor es hacer marcha entre los tuyos. Por cierto, leí hace no mucho un informe que explicaba cómo había conseguido Rajoy ser el Registrador de la Propiedad más joven del mundo libre y de qué mecanismos se había valido su progenitor para que tanto él como sus hermanos triunfaran en el mecanismo opositorial.

Les cuento por si no lo han visto y no añado una coma: nuestro Presidente comenzó a preparar las oposiciones en el último año de carrera y las aprobó al año siguiente, con 24 añitos. Dos de sus hermanos son también Registradores de la Propiedad y el otro, notario. Obviamente nada tiene que ver que su padre fuera presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra. Una familia de genios, es indudable.

Por eso, un diploma más o menos da igual en este país en que los méritos cotizan a la baja y un título realmente no sirve ni para que antepongan un «Sr. Licenciado» a tu apellido.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats