El sábado pasado titulé mi artículo Cataluña se normaliza, pero poco. La razón era que Quim Torra iba a ser elegido president (lo fue el lunes) y ello evitaba la repetición de elecciones. Añadía que se normalizaba poco porque el ultranacionalista Torra era un candidato elegido por Puigdemont para, entre otros motivos, provocar a la España constitucional.

Así está siendo. Por eso me he acordado de aquella mítica película de Cary Grant Con la muerte en los talones. Sí, el independentismo y la crisis catalana continúan condicionando y dominando toda la política española. Torra hizo un discurso de investidura maximalista. Aceptaba ser elegido, pero el único president legítimo era Puigdemont y, resumiendo, su programa se limitaba a recuperar todas las leyes anuladas por el Tribunal Constitucional y a ser fiel al mandato del referéndum ilegal del 1 de octubre, es decir la independencia. Y la toma de posesión del jueves fue intencionadamente un acto de duelo por la ausencia de Puigdemont, con asistencia de muy escasas personas y con veto a la presencia de representantes del Estado.

La reacción de la Cataluña no independentista ?como mínimo el 50% del electorado? y del resto de España ha sido de estupor. ¿Pretende Torra volver a intentar lo que ya fracasó estrepitosamente el 27-O?

Albert Rivera y Cs, a los que la crisis catalana ha aupado en las encuestas, reclaman la continuación del 155. Y agravarlo con la intervención de TV3. Desde el punto de vista de la regla de tres se entiende: cuanto más se complique la crisis catalana, más se dispara el voto a Cs. Y ningún partido va contra sus intereses.

Pero la posición de Rivera es, en primer lugar, imposible. La resolución del Senado del 27-O dice claramente que el 155 se acaba cuando, tras las elecciones fijadas, se constituya un gobierno en Cataluña, cosa que por otra parte todavía no ha sucedido. En todo caso habría que aprobar otro 155.

La reacción de Rajoy y de Pedro Sánchez ?sintomáticamente unidos? es más cauta. El discurso de Torra es alarmante, pero la respuesta debe ser proporcionada, más a sus actos que a sus palabras. Y por lo tanto se volverá al 155 sólo en el caso de que el nuevo gobierno catalán se salte la legalidad.

Y Torra no lo tiene fácil. Sabe que si pasa de los gestos a los hechos se encontrará con un frente unánime de al menos tres partidos españoles (a la espera de lo que decida Podemos) y de casi medio Parlamento catalán que exigirán el respeto a la Constitución. Y que sus escritos supremacistas no generan ninguna simpatía. ¿Qué acabará haciendo?

De momento parece que tiene dificultades para constituir su gobierno porque la idea de «restituir» a los consellers cesados por el 155 topa con muchas dificultades. De entrada ERC, y su líder Oriol Junqueras, aspiran a un gobierno efectivo y que funcione, no quieren ser «restituidos» porque saben que complicaría todavía más las cosas. Y dentro del grupo de JxC hay quienes creen que la «restitución» de Jordi Turull, Josep Rull y Lluís Puig podría hacer que el gobierno no quedara legalmente constituido y que, como consecuencia, el 155 siguiera. Restituir o no será pues una opción relevante.

Por otra parte, un nuevo 155 también es un problema para los partidos constitucionales. Parece poco operativo fijar, como en octubre, unas nuevas elecciones a corto plazo. Entonces, ¿cómo y cuándo se sale del nuevo 155? ¿Votaría Cataluña en las municipales y europeas del 2019 en régimen de excepción?

Pero no sólo en el frente interno Cataluña condiciona. La negativa de la justicia belga a aceptar la euroorden para la entrega de los antiguos consellers que están en Bélgica, ha llevado a que la sala segunda del Supremo critique la «falta de compromiso» de la justicia belga. Puede ser, pero tras la negativa ?todavía no definitiva? de la justicia alemana a entregar a Puigdemont es ya un segundo fracaso. ¿Ha pecado el Supremo de imprudencia u orgullo? La prisión provisional e incondicional sin fianza es bastante excepcional y el propio Pascual Sala, que fue presidente del Supremo ?y luego del Constitucional?, decía discretamente el domingo pasado en El País que no veía el delito de rebelión.

Sea como sea, lo cierto es que Cataluña, por las respuestas que la justicia europea está dando a la euroórdenes, también está afectando a las decisiones de una institución tan relevante como el Tribunal Supremo.