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Opinión

Mamá, quiero ser concejal

Cualquiera de los más de cinco mil cruceristas que ayer desembarcaron en Alicante podría haber acabado de concejal en el primer descuido del guía. Tal es la situación en el Ayuntamiento de la capital. Para el turista habría sido una vivencia apasionante, de esas que a menudo prometen los folletos y no siempre se cumplen. La aventura no habría decepcionado en ningún momento la expectativa de nuevas experiencias con que un crucerista embarca en su puerto de origen. Imaginen al hombre o la mujer (encantados de sus vacaciones de todo incluido) convertido en edil para a continuación obtener un escaño en el Senado o un puesto en la Diputación; jugar al transfuguismo y unirse a los no adscritos; hacerse un selfie delante de los juzgados; convertirse en alcalde para después dimitir; o pelearse con el resto de viajeros y abandonar el barco en el siguiente puerto y acabar el viaje de forma abrupta. Esto último fue más o menos lo que escenificó anoche el concejal de Guanyar Víctor Domínguez, renunciar a su acta municipal hastiado del fuego amigo. No hay agencia de viajes capaz de igualar la experiencia vivida en tres años por los miembros de la Corporación de Alicante, de la que algunos han huido y otros han dimitido o cambiado de bando. Asunción Sánchez Zaplana, José Císcar y Miguel Valor, del PP; Gabriel Echávarri, del PSOE; Fernando Sepulcre (a los no adscritos) y José Luis Cifuentes, de Ciudadanos; Nerea Belmonte, de Guanyar a permitirle la Alcaldía a Luis Barcala; y anoche, Víctor Domínguez, último en abandonar el reality. Y ojo, que aún queda un año hasta las elecciones. Imposible igualar una oferta de entretenimiento de semejante variedad: han convertido esta Corporación en una gala de Gran Hermano. Si llego a viajar en ese crucero no vuelvo al barco. Me quedo a ver el final.

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