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Fernando Ramón

Opinión

Fernando Ramón

Gota a gota

Qué lejanas en el tiempo quedan aquellas imágenes que mostraban a los agricultores, regando a manta, secuencias aprovechadas por los enemigos del trasvase para denunciar el despilfarro de los regantes, cuando las cuencas cedentes no podían aprovechar sus propios recursos. Eran los tiempos de la guerra del agua, cuando los argumentos antidesembalses incidían en la proliferación de los campos de golf o de las piscinas, por no hablar del abastecimiento excesivo. Las gentes del campo apostaron por un plan de modernización no para desmontar esas imágenes que se les achacaban, sino convencidos, como están, de la eficiencia y de la necesidad de maximizar unos recursos hídricos cada día más escasos. Una implantación del riego por goteo que, eso sí, necesita de inversiones costosas para desarrollarla con el objetivo de reducir el consumo destinado a las plantaciones agrarias. Cada vez hay más hectáreas sembradas de esas pequeñas conducciones de goma, por donde fluye gota a gota el agua que llena de vida cultivos y frutales, pero el plan de mejora sigue estando incompleto y, por eso, los regantes insisten en extenderlo hasta el último rincón del territorio. Como consideran que es una necesidad imperiosa la defensa a ultranza de un trasvase, que la última reforma legal lo ha dejado bastante constreñido en periodos de sequía, o la reivindicación de un pacto estatal del agua consensuado para que salve los escollos que la política provoca, o la reutilización de las aguas depuradas e incluso el uso de las plantas desaladoras, repudiadas por unos costes insostenibles. Todo con el único objetivo de mantener una actividad económica que ha sido crucial, en esta provincia, junto al turismo y a una parte de la industria, para evitar que el descalabro ruinoso que supuso la crisis hubiese sido insoportable.

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