Dada la espiral de violencia en la que se ve inmersa la sociedad, además de las medidas penales ajustadas y proporcionadas a cada tipo de hecho, se nos presenta como pieza clave del cambio que es preciso introducir desde la base, el fomento de la «educación contra las diversas manifestaciones de la violencia». Porque la educación es la piedra angular que debe presidir toda orientación basada en el cambio de las conductas de una sociedad, por cuanto son las políticas educativas las que deben ponerse de manifiesto cuando los valores se pierden en una sociedad. Y cuando el rumbo de los acontecimientos nos lleva a caminos de preocupación, no solo debe actuar el Derecho Penal con la sanción y la reeducación dentro o fuera de la prisión, dependiendo de la gravedad del caso, sino, también, la educación desde la base, a fin de introducir unas directrices adecuadas que traslade enseñanzas basadas en el respeto a los demás, la igualdad y la educación.

Con esta idea se han introducido en el Parlamento determinadas líneas de actuación en las 400 ideas recogidas en el Congreso y el Senado para trasladarlas al texto de reforma integral contra la violencia de género. Y así, se prevé incluir, en todas las etapas educativas, la prevención de la violencia de género, del machismo y de las conductas violentas, la educación emocional y sexual y la igualdad, incluyendo además en los currículos escolares, los valores de la diversidad y la tolerancia, así como garantizar su inclusión a través de la Inspección Educativa.

También se prevé promover en los centros educativos talleres y actividades formativas para la prevención de la violencia sexual, trabajando específicamente con los niños y varones adolescentes, designar, en los Consejos Escolares de los Centros Educativos, un profesor o profesora responsable de coeducación, encargado de impulsar medidas educativas que fomenten la igualdad y prevengan la violencia, promoviendo los instrumentos necesarios para hacer un seguimiento de las posibles situaciones de violencia de género. Y, sobre todo, mejorar la educación y la formación de todos los profesionales de las profesiones relacionadas con contextos donde se ejerce la violencia en la inculcación de estos valores y en la lucha contra quienes atentan contra los mismos. Porque se trata de fomentar estas ideas desde la escuela para que nuestros más jóvenes crezcan con la asunción de los valores que no ser por qué circunstancias y razones se han perdido y, de la misma manera, que los mismos se implanten en los profesionales que deben tratar en la sociedad a los mayores que ejecutan conductas violentas. Sobre todo para que no lo vean como algo normal y estén debidamente formados en el tratamiento de los fenómenos en contextos donde se ha ejercido la violencia.

También tienen muy buen resultado las conocidas Guías de buenas prácticas que tan eficaces son por su dimensión de llegar de una forma ágil y directa a un gran espectro de la población que debe conocer de forma concreta de cómo actuar en casos de violencia, cómo prevenirla, cómo afrontarla, qué hacer en cada caso, cómo denunciar, ante quién, cómo pedir ayuda, qué derechos tengo, etcétera.

Estas herramientas son muy prácticas tanto para adultos como para jóvenes. Y si a estos se les trata de educar desde la base, a aquellos se trata de reeducarlos y hacerles ver lo incorrecto de las prácticas violentas. Porque sea la forma de manifestarse ésta, verbal o física, deja un reguero de víctimas de mayor o menor gravedad. Pero, al fin y al cabo, víctimas.

Otro aspecto donde es preciso incidir, y así se ha recogido entre las medidas, es el relativo a la necesidad de revisar los criterios de las campañas publicitarias institucionales de prevención, para introducir contenidos enfocados a ofrecer pautas de actuación a las víctimas, incluyendo la identificación de situaciones de riesgo. Además, realizar campañas que tengan como público objetivo a los jóvenes, utilizando preferentemente las tecnologías de la información y la comunicación, ya que estos canales de información son los más eficaces para llegar a transmitir todas estas ideas, aparte de la enseñanza directa en las aulas, y elaborar materiales informativos para madres y padres que les ayuden a detectar la violencia de género de la que pueden ser víctimas o agresores sus hijas o hijos adolescentes.

En definitiva, que las medidas están ahí programadas. Pero lo importante no es que esas ideas sean buenas, sino que se lleven a la práctica ya. Porque no estamos en un momento como para perder el tiempo. Ni mucho menos. Y a las víctimas no se lo podemos hacer perder.