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Tribuna

Luto en la Semana Santa por la muerte de Emilio Coloma

Te has ido muy pronto, amigo Emilio. Te has ido sin avisar, sin hacer ruido, como por circunstancias dejaste la Semana Santa a un lado hace lustros, sin que tu voz se oyera durante tiempo... Hoy, ahora, quiero darte las gracias. Sí, ese agradecimiento que yo, y otros tantos cofrades, no pudimos darte en vida ajenos a tu repentina marcha. De ti aprendí a amar la Semana Santa, a entender que, ésta, no es sólo procesionar un Jueves Santo junto a tu Cena; que es algo más: que es una forma de vida. Nuestro común amigo Pepe Carrión decía que la Semana Santa era como un veneno, que cuando entra en vena no hay antídoto que te cure... y ni tú ni yo queríamos cura.

Todo empezó a principios de los 90. Venía de la «mili « y entré en tu Junta de Gobierno, de la Cena, como responsable de material, y no sé por qué, a encargarme también del archivo, de la historia de la Hermandad de la que tú eras un gran conocedor. Te oía hablar de la historia de la Hermandad de la Cena, de la Semana Santa de Alicante, de sus orígenes... lo que me ayudó a darme cuenta del valor y la importancia de la Semana Santa alicantina, de lo que significaba.

Y fue a partir de aquí cuando empecé a indagar en archivos y bibliotecas el origen e historia de la pasión que nos unía, amigo Emilio. Cuando hace unos años, el Consejo Rector de la Junta Mayor te propuso hacer el pregón de Semana Santa, tu contestación reflejaba tu amor cofrade: «Qué voy a decir, si la Semana Santa es mi vida».

Aún en vida te dije, y comenté en diversos foros, que fuiste el mejor presidente que ha tenido la Junta Mayor. Y me reafirmo. Contigo, y de la mano del que fuera presidente en los 90, Pepe Pamblanco, la Semana Santa se recuperó de una grave crisis que se arrastraba desde finales de los 70. Las cofradías empezaron a aumentar el número de hermanos, los pasos dejaron las ruedas por los varales, por las trabajaderas. Pero, sobre todo, contigo empezamos a conocer un poquito más los orígenes de nuestra Semana Santa, sus historias, sus hermandades y procesiones y empezamos a oír y saber de la Procesión General, que, en 1995, organizastéis nuevamente, tras la última en 1931. Fuiste un innovador en un mundo que se antojaba encorsetado, redactando nuevas normas y protocolos que aún siguen vigentes, por no hablar del impulso que diste a principios del nuevo milenio a la gran restauración iconográfica en nuestras hermandades y cofradías.

Presidente de los Antiguos Alumnos Salesianos, de la Junta Mayor, 18 años presidente de la Santa Cena a la que diste un vuelco total, consiguiendo pasar todos los pasos de ruedas a varal, pero, además, también eras un amante y conocedor del resto de fiestas y tradiciones alicantinas.

Estoy seguro que mi pasión, mi amor a la Semana Santa, a su historia, a sus orígenes, en parte, te la debo a ti. Esa forma de vivir, de amar, de trabajar, de hacer por todo lo que oliera a hermandad, a cofradía, a paso, a procesión; esa manera de vivir la Semana Santa, seguro que nos llegó a más de a uno.

Sabes, amigo Emilio Coloma, que podría estar escribiendo y hablando, esta vez de ti, horas€ pero quiero concentrar lo que quiero decirte, ahora que ya estás con María Auxiliadora, en unas breves líneas, con la esperanza de vernos de nuevo, como decía Don Bosco, en el Paraíso.

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