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José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

Educación y control social

Severo Ochoa y Ramón y Cajal no podrían hoy ser médicos en Baleares gracias a este desnortado PSOE, que ha descubierto una forma de ir reduciendo su importancia con posibilidades ciertas de caer en la irrelevancia. Los premios Nobel españoles, de reconocido prestigio internacional no podrían acceder a ser ni siquiera médicos de familia de Ibiza. Sus conocimientos en medicina carecerían de importancia ante su desconocimiento del idioma mallorquín, requisito éste imprescindible que, en un mundo globalizado, resulta tan ridículo, como el que hacen quienes lo imponen.

La cantidad de tonterías de un país es proporcional siempre a la calidad intelectual de sus gobernantes y, por desgracia, parece habernos tocado una cantidad muy sensible de sujetos con necesidad de destacar antes sus semejantes, lo que consiguen con imposiciones, normas y exclusiones para ocultar su falta de razón y mesura. Es natural, dadas sus limitaciones, que paran normas y decretos que les dejen el patio limpio de huéspedes y oposición, siquiera sea hipotética. Y, de paso, colocan a los suyos, motivo éste que subyace, demasiado explícitamente, en determinadas exigencias para el acceso a la función pública. Imponer un requisito lingüístico trae consigo laminar a buena parte de los opositores y abrir la puerta a los propios. Cuando se habla ahora de la Universidad y de la necesidad de acabar con su cacareado nepotismo y de traer a cada una de ellas a los mejores profesores del mundo, no parecen muchos percatarse de que eso es imposible ante requisitos tan locales como los del conocimiento de la lengua vernácula. Si no podría venir Severo Ochoa, difícil lo tienen los contemporáneos.

Esto, lo de los políticos de escaso nivel, no se soluciona ya con las listas abiertas, pues entrar en estas requiere pasar los filtros partidarios; llegar ahí y mendigar a quien no retarías ni al julepe, es costoso, sobre todo en ciertas formaciones que, recuperando sus viejas tradiciones, pasan el día entre el pasado rememorado, las banderas rancias y los himnos que nunca fueron. Si uno es dueño de su cortijo se comporta como un señorito y la señora Armengol se ve a ella misma como eso, como la nueva Lenina española, seguidora de Largo Caballero y metida en el papel de reina del socialismo revolucionario campestre mallorquín, poco internacional a juzgar por las exigencias pueblerinas que diseña cada día para sus conciudadanos. Los que vengan a pedir tendrán que aceptar sumisamente las reglas establecidas por la mente preclara de esta señora y sus acólitos. El número de aspirantes tiene que ser necesariamente reducido, pues el respeto a la inteligencia limita enormemente las posibilidades de acatamiento de instrucciones, salvo aquellos que carezcan de medios y fortuna y se vean obligados o compelidos a doblegarse renunciando a sus propios pensamientos.

Por aquí se transita por senderos muy parecidos y, en materia educativa poco o nada se aprecia que no sea el empeño por la lengua valenciana y la reducción de conciertos de los colegios católicos. De lo demás, nada. De las matemáticas, la lengua, la historia, menos. Si acaso algo sobre educación para la ciudadanía, proyecto bien pensado para la homogeneización del pensamiento ?es un decir-, y los ataques a la religión, sustituida por lo políticamente correcto elevado a dogma cuya infracción no es ya pecado, sino delito. Porque, no nos engañemos, hoy hay más delitos que pecados y nuestro Código Penal poco o nada tiene que envidiar a los textos punitivos de las dictaduras. Lo ha superado con creces. El futuro no es esperanzador respecto a la libertad y la pluralidad. Lo que se lleva es el pensamiento único y el centro derecha e izquierda de este país parece haberse conformado con ir al matadero mientras sigue sin percatarse del riesgo que supone esta invasión de la represión proveniente de quienes hasta hace poco no eran más que fenómenos excepcionales y que así eran tomados.

Bolonia es un engendro cuyo fin no es otro que la muerte de la inteligencia disfrazada de excelencia formal. La educación primaria o secundaria, la preparación de las mentes para el recibo de los mensajes cortos y las diatribas y arengas de los radicales. Ahí está el problema esencial de este país: la educación puesta al servicio de los pensamientos manipuladores. Ahora toca la Universidad, desde fuera y desde dentro. Y ahí están los sistemas de evaluación de la docencia por tribunales parecidos a los de honor, que imponen la forma de impartir docencia ajustada a requisitos ideológicos en el fondo, prescindiendo del aprendizaje. Importa lo externo que encubre un fondo y la misión implícita de propagar la buena nueva. Se trata de que manden quienes deben mandar, anulando la libertad de cátedra y el conocimiento. Agrupémonos todos bajo el rebaño colectivo aceptando la verdad única y quien se salga de ella que sea sometido al Código Penal popular que tiene respuestas para el pensamiento, palabra, obra y omisión. Y si no la tiene, se establece. Lo importante no es el Código o la ley, sino que la hagan órganos paritarios. Si procede de la verdad, todo es verdad.

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