En la fachada del desaparecido edificio consistorial, en la Plaza Nueva -según mi amigo y ex compañero en RNE Pedro Soriano se asemeja a la de Doña Elvira, en Sevilla-, hubo, una vez, un reloj por el que el Ayuntamiento pagó, en 1900, 2.300 pesetas y que, tras la venta (mediante permuta) del inmueble, fue abandonado a su suerte, durmiendo el sueño de los justos durante muchos años en un almacén municipal.

Rescatado por el ex alcalde José Manuel Medina, el «contador de horas» fue ubicado en la Plaza de la Centuria Romana, la misma en la que, en pleno centro de la ciudad, levanta su cuartel festero los Moros Almohábenos. ¡Hasta aquí está todo casi al pelo!.

En este pueblo -el suyo y el mío, como escribió Miguel Hernández en su «Elegía» de despedida al amigo muerto- contamos historias según nuestro más que respetable, a la vez que cuestionable, punto de vista. ¡Me parece muy bien, pero son historias que, en muchos casos y bajo mi más que criticable opinión, no se corresponden con la realidad, aunque yo tampoco estoy en posesión de la verdad absoluta, motivo por el que prefiero callar, escuchar y aprender de quien sabe. ¡Es lo mejor y muy saludable!. Lo cierto es que «cada uno cuenta la feria según le va en ella». De hecho, por cómo nos han vendido esas historias, que en muchos casos son meras leyendas urbanas, sigo manteniendo/pensando que, por ejemplo, «la casa natal» del poeta cabrero, en la calle de San Juan, no existe como tal, ya que, una vez derribada, el solar resultante fue cedido por el Ayuntamiento a la Generalidad para que en él levantase el actual inmueble, que nada tiene que ver con aquel en el que naciera el más ilustre de los oriolanos. ¡Ya hubiese querido Miguel, y su familia, tener una casa tan apañaica/moderna, aunque diminuta!.

Llegado a este punto, tengo la misma sensación con respecto al reloj municipal citado anteriormente. ¿Realmente es el reloj que marcaba las horas desde la fachada del antiguo Ayuntamiento, ese edificio desde cuyo balcón el general Franco se dirigió a los oriolanos, en 1946, para prometerles que, el río Segura, «nunca más» anegaría sus cosechas e inundaría las calles de la capital cultural de la comarca. «Pondremos todos los medios, como los pusimos en las inundaciones de años pasados, para que la Vega de Murcia y la huerta de Orihuela no sean ya inundadas jamás, porque se hayan resuelto todos los problemas técnicos y de obras públicas que requiere una riqueza de esta naturaleza», dijo el general desde balcón del consistorio oriolano, que presidía Rafael García Pertusa, a la entusiasmada/enfervorecida concurrencia congregada en la Plaza Nueva.

¿Por qué digo que el reloj de la Plaza de la Centuria Romana no es el mismo que marcaba el paso del tiempo desde la fachada del antiguo Ayuntamiento?. Acudo a la hemeroteca y busco lo que se publicó, hace algunos años, en la edición digital de Tele Orihuela, que entonces dirigía la actual concejala de Cultura, Mar Ezcurra (Cs), del mismo partido que Joaninasi López-Bas, responsable de Infraestructuras. Decía la tele local: «La maquinaria ha sido sustituida y también toda su iluminación. Las esferas ahora son de metacrilato de color hielo. La parte final de los trabajos ha sido limpiar la urna donde se ubica la maquinaria, que ahora es visible y está iluminada». Quiero recordar -¡si la memoria no me traiciona, aunque para no errar tengo la hemeroteca como aliada!-, que, después de aquella «reparación y puesta en marcha» el reloj -según publicó INFORMACION, en agosto de 2010- volvió a pararse, tal y como recogía la crónica firmada por Elisa García Brotóns, y estuvo mogollón de años «apagado o fuera de cobertura», porque «ha perdido muchas piezas», motivo por el que, por lo menos en una de sus caras, siempre marcaba, ¡lo recordaréis!, «las 10 en punto».

Ahora se han colocado paneles en la plaza de la Centuria Romana en los que se asegura que el centenario reloj «narra su historia desde que empezara a construirse a finales del siglo XIX». En todo caso será la historia de otro reloj, porque -seamos honestos con nosotros mismos y no confundamos al personal- en ningún caso ése reloj es el que marcó las horas desde la fachada del antiguo Ayuntamiento, en la Plaza Nueva, ya que aquel «murió» y nunca más marcará el ritmo de la vida de los oriolanos.

Tengo un amigo, Julián Rubio, ex entrenador de, entre otros equipos, mi Elche, que asegura que su pueblo, Montealegre del Castillo (Albacete), «es el de las tres mentiras», porque ni tiene monte, ni es alegre, ni tiene castillo. Parece que Orihuela quiere competir con el pueblo manchego, aunque, por el momento, sólo tiene dos cosas que habría que «poner en cuarentena»: la casa natal del poeta y el reloj de la Plaza de la Centuria Romana. ¡Si nuestros próceres nos cuentan «mentirijillas» sobre cosas tan nimias como éstas, cuántas milongas no nos "venderán" sobre cuestiones más relevantes!. ¿Algo rancio?. El PP, que sigue políticas rancias basadas en actuaciones rancias de rancios pedáneos con quienes se reúne Dámaso para «pergeñar políticas de futuro», pese a que «agua pasada no mueve molino». ¡Al PP oriolano también se le ha parado el reloj!.