Si algo caracteriza a esta Comunitat, a esta provincia y a esta ciudad es nuestra natural y sincera hospitalidad. Somos gente acogedora, noble y amable con quienes nos visitan, por trabajo o por placer, para quedarse o para volverse. Créame que si tenemos un gesto definitorio es el de brazos abiertos, y ese es el gesto con que le doy, pese a todo, la bienvenida.

Y lo hago en el legítimo papel de representante de la mayoría de alicantinos y alicantinas, un papel en el que me avala moralmente la Constitución española, pues, como sabrá, el artículo 140 establece que «Los concejales serán elegidos por los vecinos del municipio mediante sufragio universal, igual, libre, directo y secreto, en la forma establecida por la ley. Los alcaldes serán elegidos por los concejales» y, en mi ciudad, catorce concejales han sido derrotados por ocho y unas argucias poco claras. Lo aceptamos, porque son las reglas y los socialistas ganamos porque las asumimos.

Supongo que estará usted al corriente de que llega aquí en el incómodo papel de deudor, que es el resultado de una simple fórmula escrita por usted mismo, en la que ponemos en un término lo prometido y en otro lo cumplido, obteniendo un resultado muy negativo para esta provincia y ciudad, desde las que piensan plantear una reconquista a un pasado peor que por aquí preferimos dejar para otro siglo, mire usted.

En inversiones, su Gobierno nos ha colocado en el lugar 48 de España, cuando somos los cuartos o quintos en casi todos los indicadores. Sorprende que la presidenta de su partido en la Comunitat, la misma que nos carga con las deudas de su mala gestión, califique de justo que cada alicantino reciba 51 euros frente a la media española de 217. Nos preguntamos qué habremos hecho para merecer esto.

Pero no sólo nos debe mucho dinero, señor Rajoy: más grave nos parece que nos deba su propia palabra, cuyo valor, créame que me duele decirlo, ya no puede devaluarse más por estas tierras. Su gobierno y su partido nos castigan sistemáticamente. Es un bucle repetitivo: prometen mucho, presupuestan mucho menos y ejecutan menos aún. Ya no hay espacio ni tiempo aquí para sus promesas, si quiere reconquistarnos empiece por respetarnos. Y cumpla su palabra.

En febrero visitó Elche y prometió 85 millones para Alicante, sin embargo, en los presupuestos generales del Estado presupuestó 100.000. Eso vale su palabra.

Viene hoy a este Ayuntamiento, entre César y Viriato, a ponerlo al servicio de su partido, cuando las instituciones se deben en exclusiva a la ciudadanía. Anunciará de nuevo la misma retahíla de promesas millonarias que no piensa cumplir y procurará crispar a nuestros vecinos con polémicas falsas y desfasadas que intentarán debilitar al gobierno de Ximo Puig, que es precisamente el que más y mejor garantiza el futuro de esta ciudad, como viene demostrando con palabras y con hechos.

Y se irá usted, dejando tras de sí una brisa de banderitas desangeladas y un olor a tubo de escape en blanco y negro y tufo a naftalina. Y peor, se irá de aquí justificando con su presencia que, en política, el fin justifica los medios, por cuestionables que estos sean. Curiosa forma de empezar la reconquista.

Con todo, bienvenido, señor Rajoy.