La imagen de Moha, con lágrimas en los ojos, saludando uno por uno a los aficionados del Hércules desplazados a Ontinyent y pidiéndoles perdón tras la consumación de la debacle, causa diferentes emociones. Llama la atención la responsabilidad y humildad de un chico de 20 años cedido por el Barcelona cuyo vínculo con Alicante es nulo y probablemente no esté aquí ya el año que viene. Sobre todo sorprende que únicamente Moha y sus compañeros Chechu Flores y David Torres tuvieran arrestos para acercarse personalmente y despedirse. Es cierto que algunos de los seguidores, exaltados y dolidos tras ver cómo su equipo no disparaba entres los tres palos en todo el partido pese a jugarse la vida, hacían cortes de mangas y proferían insultos, pero una vez que tres compañeros dan el paso al frente y asumen su responsabilidad en este nuevo fiasco, el resto debe acompañarles, o al menos los cuatro capitanes y algún «peso pesado» más. Hubiera sido un gesto de vergüenza torera. Esto es deporte y los fracasos y las sorpresas están a la orden del día. Pero hace falta más empatía con los aficionados, que 14 años después sufren la vergüenza de encadenar dos temporadas en Segunda B sin jugar la promoción, algo que no sucedía desde la etapa negra de Granero y Felipe Miñambres. Y como de sonrojos y malos ratos ya están servidos después de estos dos cursos, ni siquiera se van a desplazar al Martínez Valero para evitar el recochineo del eterno rival, que por cierto ha puesto velocidad de crucero rumbo a la promoción de la mano de Pacheta. Ver para creer. Casi cuatro meses tiene por delante Javier Portillo para recomponer este puzzle que tenía buena pinta en agosto pero al que después se le han roto las costuras con la llegada de las primeras dudas. Urge empezar el nuevo proyecto con un «9» goleador y un organizador con jerarquía. Son ya cuatro años esperando ambos fichajes. No hay tiempo que perder y el primero que debe conocer su futuro es Josip Visnjic.
