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Los toreros, las Hogueras y las vanidades

Lo más interesante de estos días, sin duda, fue la reunión a la que la nueva concejala responsable de la plaza de toros, Mari Carmen De España, convocó a peñas y aficionados

Hay que ver qué de noticias de variado pelaje se han sucedido a lo largo de la semana que acaba. Una macedonia variada de temas y matices, desde luego, que tocan desde lo más superficial hasta lo meramente terrenal. Entre pecados y milagros, que de todo hay.

Empezando por la vuelta del último Mesías del toreo, que para empezar no está nada mal como vanidad. José Tomás torea donde quiere, con quien quiere, lo que quiere y como quiere. Sus aires mesiánicos vendidos entre humo de leyenda esquiva y reencarnación de no se sabe qué ortodoxias olvidadas le ha permitido romper cachés, ternas, ganaderías y ferias completas. Cuando el Mesías decide aparecer, hay que plegarse a sus doctrinas y bienaventuranzas. Con firma incluida para los periodistas de no sé cuántas cláusulas opresoras. Como ocurrió en Alicante en 2016 y volverá a ocurrir, a buen seguro, el 29 de junio en Algeciras, donde ha decidido volver. A lo que se ve, el torero de Galapagar se plantea una nueva temporada de mucho compromiso y en plazas de primera. Ironía frente a vanidad, que es lo poco que nos queda a quienes no comulgamos plenamente con las formas del «intocable».

Lo más interesante de estos días, sin duda, fue la reunión a la que la nueva concejala responsable de la plaza de toros, Mari Carmen De España, convocó a peñas y aficionados. Abierta, sin condiciones ni estridencias. Cercanía, afabilidad y transparencia en las respuestas e intenciones. Ojalá luego las palabras se vuelvan hechos, que es el paso del que, a veces (demasiadas), se olvidan los políticos. Reconoció que, de todas las atribuciones recibidas, esta es la que más le ilusiona. Prometió no solo escuchar, sino apoyar a las asociaciones y peñas taurinas que han estado olvidadas durante tres años, y confesó que entre sus prioridades está devolver la asignación económica que se le birló a la Escuela Taurina, que es municipal. Incluso se comprometió a dar impulso a la iniciativa de las peñas de que la puerta grande del coso de la Plaza de España lleve el nombre de José Mari Manzanares, cuestión que puede responder a un sentimentalismo inflado por la pronta marcha del gran torero, pero que no deja de apartar a otros muchos nombres igualmente importantes en la historia taurina de la ciudad.

Lo más interesante de esa reunión, sin embargo, llegó de manos de Nacho Lloret, empresario de la plaza de toros, que quiso estar presente para apoyar a la nueva concejala y responder a las inquietudes de los aficionados. Cuando los carteles de la próxima feria de San Juan están ya casi diseñados y a punto de presentarse ante el ayuntamiento (el próximo viernes es la fecha tope), además de la segura presencia de Francisco José Palazón, los mentideros hablaban de que, por tercer año consecutivo, el novillero Borja Álvarez no iba a tener una alternativa más que merecida, a pesar de que sí va a darse un doctorado, pero a otro torero foráneo. Lloret lo confirmó, y dejó claro que esa situación se daba por exigencia de José Mari Manzanares, quien entre sus demandas a la empresa requiere otorgar el doctorado a Diego Carretero, novillero de Hellín cuyo único vínculo con Alicante es estar apoderado por Luis Rubias, y en ningún caso tiene los méritos acreditados por Borja Álvarez, con cuatro puertas grandes en su haber.

La postura de la empresa es comprensible: Manzanares es una primera figura, más todavía en su tierra, y no caben dos alternativas en una feria tan corta. Como contraprestación, Álvarez se verá anunciado en dos novilladas en plazas de primera: Valencia y Madrid. No está mal para paliar la afrenta por tercer año consecutivo. Pero el poso que deja todo esto, sin embargo, es demasiado agridulce. Aun siendo figura del toreo, el alicantinismo se puede demostrar de muchas maneras. Y no con estos caprichos excluyentes. Por ejemplo, apoyando a la escuela taurina. O acercándose más a esa afición que tanto le mima y le reclama. Incluso anunciándose en su tierra en carteles de compromiso, por qué no. ¡Ay, vanidad de vanidades...!

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