Lo que nos faltaba para el duro. Después de todo lo acontecido en estos días con el escarnio público de Cristina Cifuentes, desde la cuenta oficial del Ministerio de Hacienda se lanzó el jueves pasado un tweet infame, ridiculizando a la misma. Como decía Giulio Andreotti, «Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y... compañeros de partido». Sin perjuicio de que el mayor error que ha cometido Cifuentes haya sido pretender seguir en el machito después de lo del máster, aun a sabiendas de que muchos se la tenían jurada y que la amenaza de sacar lo del vídeo existía y podía salir a la luz, creo que ha acontecido una intolerable intoxicación de la opinión pública, perpetrada por algunos comunicadores. Sinceramente, dan asco. Y les voy a decir por qué dan asco. Dan asco porque se hicieron con un vídeo que debería haberse destruido en los quince días siguientes a los hechos y que, en cambio, fue rescatado de la quema para ser convenientemente utilizado cuando hiciera falta, sin duda para usos perversos. Dan asco porque ya el proceder antes indicado denota en sí un talante mezquino y una evidente mala fe. Y dan asco porque pretenden manejarnos como si fuéramos niños de teta, dándonos el caramelito cuando quieren que sonriamos o quitándonos el sonajero para hacernos llorar. Han sacado el vídeo inmisericorde para obligar a Cifuentes a dimitir, aireando sus miserias ante toda España, cuando les ha interesado hacerlo. Algo que está muy alejado del derecho a la información y que es una burda manipulación. De vergüenza. De Cifuentes bastante se ha dicho ya, dejémosla descansar un poco que bastante tiene. Se llama compasión.

El ejemplo de este caso debe ser analizado en confrontación con otros. A la susodicha se le han tirado al cuello por lo del CV, pero ya saben que hay otros por ahí presumiendo de matemáticos, de periodistas y de mil otras titulaciones apócrifas, sin que les pase nada de nada y ellos tan campantes, que la cara dura abunda en el país del Lazarillo. Lo que interesa se ventila. Lo que no, se tapa o se minimiza su importancia. Todo esto demuestra lo que decía Campoamor, de que «En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira».