Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lo que va de ayer a hoy entre la Iglesia vasca y el separatismo

Uno de los riesgos de una parte del sector joven en el clero católico posconciliar sería el de haber caído en la tentación de encarnarse de tal modo con las inquietudes del pueblo que le llevara a tomar partido en los conflictos de la época. Ejemplo remoto: la relativa comprensión y el frecuente apoyo a los movimientos violentos frente a la injusticia social en Hispanoamérica, incluso fusil en mano. Los riesgos de tomar partido por la ruptura existen, sin los miramientos de la tradicional escuela de Salamanca. Ejemplo reciente: la benevolencia de un amplio sector del clero catalán hacia el rampante separatismo que nos aflige. Actitud ahora silenciada por la jerarquía previo tirón de orejas desde Roma. Se trata de obviar así los efectos del precedente vasco con la relativa complicidad de una parte del clero. Viene esto al recuerdo ante el texto de la palinodia episcopal vasca por "las ambigüedades, omisiones y complicidades" de su Iglesia en relación con el terrorismo etarra. El mal está hecho, a veces crudelísimo, y la reparación de más de 800 muertes y muchas más injusticias lacerantes ya no tendrán remedio. Esto lo dice quien firma y que ha vivido los llamados años de plomo en el ojo del huracán: Guipúzcoa. Un análisis en frío de la nota episcopal firmada estos días por los prelados de Vitoria, Bayona, Pamplona, Bilbao y San Sebastián nos llevaría a conclusiones agridulces. Los obispos piden humildemente perdón por la relativa complicidad con la banda terrorista. Verdad es que, aunque la palinodia va en su propio nombre y por lo que uno conoce, ni Munilla (San Sebastián) ni Iceta (Bilbao) ni supongo que los demás obispos de la zona estuvieron nunca a favor de la violencia, sino en su contra. "Somos conscientes -dicen- de que también se han dado entre nosotros complicidades, ambigüedades y omisiones por las que pedimos sinceramente perdón". Es decir, que asumen con generosidad la herencia de quienes les antecedieron al frente de la Iglesia vasca, como Setién o Uriarte. Cuando este periodista llegó a Guipúzcoa, una de sus visitas de cortesía fue al obispo titular, don Jacinto Argaya, y a su prelado auxiliar, don José María Setién, que yo creo ya llevaba la batuta. El primero, muy mayor y patriarcal, se mostraba algo esquivo con el "españolismo", tras admitir que tenía serios problemas por un clero dividido ante "el problema vasco", se quejaba de que los militares, los guardias civiles y los policías españoles le rehuían en los actos públicos. Pero a la vez se consolaba de este modo: "Aunque la Iglesia todo lo digiere: ahí está la historia". Setién, por su parte, mostró su biblioteca euskérica en la que decía atesorar cuanto se había publicado en euskera desde la invención de la imprenta. A mi pregunta de si la Iglesia no podía ser un factor de reconciliación más que de enfrentamiento, me dijo: "La Iglesia no está para eso, sino para defender la justicia". Respuesta que se pude entender como se quiera. El comunicado ahora hecho público por los prelados ante el equívoco manifiesto de la banda terrorista es en principio positivo, pero sin duda también cauto ante el sostenido separatismo de fondo que lastra la sociedad vasca y la manifiesta compasión episcopal por los encarcelados presos de la banda. El mal hecho no se redime con facilidad como demuestra el rescoldo de antiespañolismo que aflora con sucesos como el reciente de Alsasua.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats