Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

Se acabó el experimento

Luis Barcala es el nuevo alcalde de la ciudad y con un año por delante, año además electoral, en el que poder desarrollar políticas que saquen a la ciudad de la parálisis en que se ha instalado desde que el tripartito se hizo con las riendas de la Administración local.

El gobierno llamado de progreso no ha existido. Nada o casi nada se ha hecho. Hablar, pues, de progresismo y lamentar su final, exige mucha imaginación y más afición. No hay término de comparación entre las políticas del PP y las autodenominadas de progreso, de modo que cualquier reflexión al respecto se traduce en pura especulación. Lamentar que se ha puesto fin a un proyecto de izquierdas hubiera exigido previamente una labor que la caracterizara como tal.

Se percibe en la calle un cierto alivio ante el final de un proyecto que nació tocado y que ha acabado muerto. El hartazgo ante la ineficacia, los desencuentros histriónicos entre PSOE y Guanyar, la ausencia de proyectos cuando no los obstáculos al crecimiento económico en todos los sectores productivos, habían generado algo más que el desencanto.

La responsabilidad por su fracaso no atañe a todos por igual. Ni PSOE, ni Compromís, especialmente esta última, son equiparables a un Guanyar desnortado en el que su portavoz, Pavón, es el autor de una política torpe, agresiva y anacrónica, en cuya base conviven elementos personales profundos y algunos, solo algunos, fruto de una posición política. Mucho hubo de motivaciones que su formación debiera tomar en consideración, pues la ciudad está por encima de las filias y las fobias de una persona particular, complicada, conflictiva, insatisfecha y con un punto importante de egolatría y superioridad. Los suyos lo saben mejor que nadie aunque públicamente callen. Los cadáveres que deja son incontables.

Arriesgaron los demás en el pacto conociendo desde un principio las dificultades con las que se encontrarían, de modo que el final era previsible. No pueden quejarse ahora de haber asumido los riesgos de la compañía.

La política municipal es eficacia y cercanía, no tanto ideología. Se vota a los candidatos que solucionan los problemas y desarrollan una ciudad amable y productiva, no a quienes venden banderas, himnos, pasado y confrontación. Los problemas se perciben directamente en forma de suciedad, negocios cerrados, parálisis en la construcción, trabas al comercio, etcétera. Y, frente a la realidad, alegar ideología o vender proyectos presuntamente utópicos de cambio social y político, es vender humo.

Tiene el PP, con Barcala a la cabeza, tiempo para enmendar algo la deriva de estos tres años, pues pasar de la inactividad a algo, lo que sea, es posible. Aunque fuera simplemente iniciar proyectos paralizados. Ikea, la limpieza urbana, tan visible, los veladores, las playas, las luces de Navidad que recobren la alegría denostada por tanto anticlericalismo barato, los parques y jardines secos, los proyectos urbanísticos que duermen el sueño de los justos, etcétera. Todo está por hacer o por poner en marcha. Un año no es mucho, pero un año con un equipo cohesionado es más que un lustro con quince divididos y enfrentados, más aún, con egos irreconciliables. La entrevista del sábado del alcalde es reveladora al respecto y presenta elementos muy positivos.

Un año es poco y, normalmente, es difícil concretar y avanzar realidades. Pero, esa dificultad es mucho menor en una ciudad abandonada durante los últimos tres años. Todo o casi todo está por hacer y la oposición, ducha en la palabra, ha perdido gran parte de su legitimidad para negarse a proyectos que ha dejado de lado o, simplemente, rechazado.

Nada se le puede imputar al PP en lo sucedido en el pleno en el que obtuvo la Alcaldía. Todo intento de vincular su designación con maniobras en relación con la edil Belmonte es mera especulación que revela algo más que enfado e impotencia. Fue el PSOE el que no logró llegar a un acuerdo con la concejal, a la que prometió todo lo posible e imaginable. Basta leer lo publicado o lo visto en la televisión local. Alegar ahora dignidad para no ceder a lo que califican de chantaje es pura hipocresía, pues todos conocemos las promesas hechas. Si no se llegó a buen puerto fue por la postura de Guanyar, nunca de un PSOE que ofreció su vida y hacienda. A tanto llegó este partido y tanto exhibió Guanyar su prepotencia y soberbia, que hubo de incoar un expediente disciplinario a un militante que se opuso a Rafael Correa en su visita a Alicante. Que el PSOE se humillara hasta tal extremo, es prueba de su disponibilidad a ceder todo para retener el poder.

Cambiar esa realidad, públicamente conocida, supone exponerse al riesgo de perder también la credibilidad. Alimentar la sospecha de posibles acuerdos entre el PP y Belmonte está condenado al fracaso y sumaría descrédito al ya alcanzado. Practicar una oposición extrema cuando se les puede oponer la nada o el caos, tampoco ayudaría a quien debe reflexionar sobre su fracaso, demasiado evidente como para ser subsanado con discursos poco creíbles. Bloquear aún más el Ayuntamiento sería mal recibido y poco comprendido por quienes pueden reprocharle el tiempo perdido. El castigo ha sido demasiado duro y los ciudadanos merecen algo de respeto.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats