A buen seguro que los responsables de seleccionar el cartel anunciador de las próximas Fiestas de Moros y Cristianos de Elda no habían pensado en que su promoción iba a venir por el camino de la polémica.

La polémica que trae consigo el presunto plagio de dos de las tres «obras» elegidas para ser votadas electrónicamente por la ciudadanía.

Obras que ?no hace falta ser marchante de arte para percatarse de ello- adolecen de una clamorosa falta del nivel que se espera en este tipo de convocatoria.

Pero como las cosas no suceden por casualidad, quizá fuera conveniente reflexionar sobre la forma de seleccionar el cartel anunciador de nuestras inefables fiestas, para, a lo mejor, sacar conclusiones del porqué del desaguisado.

Hace ya mucho tiempo que venerables instituciones relacionadas con las fiestas de nuestro país comenzaron a encargar sus carteles anunciadores a artistas de reconocido prestigio. ¿Por qué? Pues sencillamente, porque al tiempo que se aseguraban una obra de calidad contrastada, el propio nombre del autor le procuraba una promoción añadida a las fiestas que anunciaba, además de representar una inversión segura para la institución (el valor de la obra de arte que constituye el cartel), que se revalorizaría con el paso del tiempo. Entidades tan dispares como el Ayuntamiento de Alcoy o la Real Maestranza de Sevilla, por ejemplo, emprendieron hace ya mucho tiempo este camino con éxito.

Otras entidades proponen una fórmula intermedia que también funciona: invitan a ciertos artistas para un concurso reducido, y entre los presentados eligen el cartel. A la que añado la que propone un buen amigo mío, artista por los cuatro costados, que consistiría en convocar un concurso de bocetos del cartel, siendo el seleccionado el que finalmente se llevara a cabo. Fórmula esta que, he de reconocer, resulta muy sugerente por lo que tiene de novedosa.

Pero de lo que no cabe la menor duda es que todas tienen un denominador común: buscan asegurar que la obra que sirva de imagen o anuncio de las fiestas posea la calidad requerida.

Si lo que queremos es un concurso de dibujo del «cole», no le demos más vueltas a este asunto. Ahora bien, si lo que se pretende es que las fiestas de Elda gocen de una imagen a la altura de lo que son en su promoción nacional, y de la que tienen otras acciones encaminadas en esa dirección, habrá que «darle una vuelta» a la idea? Y consultar a los que saben y lo hacen bien.

Vivimos en una época en la que exigimos popularizarlo todo. Y «todo» no se puede, ni se debe, popularizar. Entendido esto como que «todo el mundo» pueda hacerlo «todo». Al igual que no se me ocurriría presentarme a un concurso de patinaje (si no quiero hacer el ridículo, a la vez que correr el riesgo de lesionarme gravemente), considero que no todo el mundo está capacitado para hacer un cartel que anuncie y represente unas fiestas con la enjundia de las de Elda. Y como hay quien no lo entiende, habrá que hacerlo entender de alguna forma. Pienso. O sea.