El pasado miércoles la vicepresidente Oltra soltaba una pedrada al sentido común, que me da juego para este artículo. Para justificar que no se había otorgado una subvención a la Asociación de Alzhéimer decía: «La selección técnica de los proyectos se ha hecho a través de algoritmos objetivos que elaboran los técnicos y que determinan cuándo un proyecto tiene la puntuación suficiente para entrar o no». Y digo yo que entonces nos podemos ahorrar el sueldo de la consellera Oltra, porque si para tomar las decisiones «políticas» necesitamos una especie de ordenador matemático, donde los técnicos deciden, los políticos deberán ausentarse de presentar un programa político. Y que decida el algoritmo.

No se puede ser más ineficaz, por no decir otra cosa. Porque fiarlo todo a la aritmética puede llevarte a dejar tiradas a las personas que se supone viniste a rescatar. Pasa el tiempo y este grupo de políticos sin experiencia, no la adquieren. Entre sectarismo educativo, y falta de resolución, van perdiendo el apoyo popular que se cansa de los de las camisetas de protesta. No han sabido ponerse en el modo Gobierno, y su modo adolescente de enfrentarse a los verdaderos problemas de la gente los hace caer en las encuestas, víctimas de sus propias ocurrencias.

Me pregunto si en lo que queda de legislatura van a seguir perdiendo votos a base de frases huecas, incumplimientos de programa, batallas internas y mestizaje no real. Si todo se fía a una real mala financiación estatal no tendrán munición suficiente para abordar la carrera electoral. Porque ilusionar desde el gobierno con quejíos contra Madrid, por muy reales y necesarios que sean, no te engancha a las necesidades reales de tus votantes. Menos canción protesta y más coral para todos.

Aunque en modo solidaridad, Oltra debería dejar la máquina de los algoritmos a sus compañeros del Botànic del Ayuntamiento de Alicante. Porque habrían sabido sumar quince, con la máquina. Y como estuvieron tres años pegándose garrotazos en la prensa, filtrando noticias contra los compañeros de su propio gobierno, haciendo ruedas de prensa donde aireaban sus propios enfrentamientos, diciendo en público y en privado algunos tacos contra los que gobernaban juntos, fabricando las vendettas por enemistades personales y fabricando tránsfugas, pues en el pecado llevan la penitencia.

Vi el pleno por internet en la página de nuestro periódico. Si la gente lo puede ver, la izquierda necesitará algunos lustros en volver al gobierno. Y claro, decir como dice el muchacho de Podemos, o la lideresa del PSOE, que Ciudadanos es el culpable de que el PP gobierne en Alicante, es para mear y no echar gota. ¿Alguien en su sano juicio cree que se puede votar una candidatura de un equipo que se odian entre sí? ¿Quién puede pedir apoyo a otro, si los que te apoyan te han matado? Un poquito de por favor.

La izquierda se ha canibalizado por méritos propios. Se han devorado y cuando han visto la muerte han cargado contra los espectadores. Pero pueden decir todas las chorradas del mundo. La maldita hemeroteca de estos años sólo servirá para decorar las páginas más lúgubres de una izquierda cainita que solo quiso estar aquí para que los otros no estuvieran. Roto el juguete por ellos mismos no esperarían milagros callejeros.

Porque los callejeros han sido, como siempre ocurre, los tránsfugas. La tránsfuga de Podemos jugando con todos al mejor postor. No ha tenido empacho, para mayor gloria de los titulares, en reclamar una nómina domiciliada con más morro que espalda. Lo del proyecto político para Alicante se la sudaba. La pasta, y todo por la pasta, para que no hubiera dudas. Y el otro, el tránsfuga de Ciudadanos, que guárdame la cría, esperando las migajas antes de que se le acaben las doce nóminas que le quedan por cobrar de lo público y desaparezca de la política como el rufián que es, y se ponga a buscar trabajo. Solo la lectura de las papeletas en las que el tránsfuga Sepulcre se votaba a sí mismo, hizo descojonarse a todo el salón de plenos. Ni el genial Mota.

«Los bomberos cortan un anillo del pene a un hombre de 70 años», rezaba un titular de este periódico de ese mismo día. Alguno se sentó en el pleno con el anillo puesto, y la aritmética no falla.