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Juan R. Gil

Adiós, «viagra»

Luisa Pastor murió esta semana. Y se ha escrito mucho sobre la mujer que consiguió que San Vicente encontrara un futuro más allá de las cementeras y se convirtiera en una ciudad universitaria. Y que gestionó con serenidad, pero con firmeza, una Diputación siempre convulsa. Han escrito, en un gesto que les honra, hasta sus oponentes: el socialista David Cerdán por ejemplo. No lo han hecho sus compañeros de partido, pero ya se sabe que ellos son de foto; de salir en la foto, digo, y lo demás les importa una higa. Queda, pues, poco que decir que no se haya dicho ya. Pero me gustaría, en estos tiempos que corren, destacar una cualidad de Pastor por encima de las demás, y es la de su capacidad para no dejarse arrastrar por el sectarismo en sus actuaciones. Fue dura en las batallas cuando le tocó serlo, pero no recuerdo que utilizara como arma la descalificación personal de sus rivales y sí puedo decir que no le importó la militancia o la ideología de nadie cuando creyó que esa persona podía aportar algo a la gobernanza. No fue tampoco mujer de corte, al contrario de lo que nos tenía y aún nos tiene acostumbrados el PP. Se manejó apenas con dos personas: su jefa de gabinete, Cloti Fuentes, y su jefa de Prensa, Ana Jover, con las que se complementaba. Comprendió, mejor que nadie, que en medio de la mayor crisis desde el crack del 29, eran tiempos de contención y no de exhibiciones; de ajustes y de trabajo callado, no de gasto y alharacas. Con la socarronería propia de quien empezó como corresponsal de INFORMACIÓN, cuando la periodista Susana Abia, en la mejor entrevista que jamás dio, le preguntó si era, como en su partido decían para menospreciarla, «la abuelita Paz», contestó: «Soy la viagra». Tenía, pues, fuerzas para haber seguido, pero el presidente del PP, José Císcar, quería su puesto para él. Así que cuando este viernes vi a Ciscar llegar al funeral no pude dejar de pensar que era el segundo por Luisa Pastor al que acudía. El primero, el político, lo ofició él, sin más razón que su propio interés.

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