Existe una diatriba entre los críticos literarios respecto a la consideración, o no, del cómic como un género literario independiente. Investigando sobre este asunto, me he topado con un interesante artículo en la web de la Facultad de Arte de la Universidad Católica del Perú, que viene a resaltar que reputados expertos en la materia, como Northrop Frye o Umberto Eco, han concluido que sí lo es.

El mundo creado en cualquier obra literaria es una ficción (no en el término de género, sino de realidad), y la ficción no es otra cosa que el discurso hipotético. Puede ser interna cuando un héroe es aceptado o rechazado por una sociedad hipotética; si se desea la aceptación hablamos de ficción cómica interna, como Don Quijote, y si se rechaza al héroe hablamos de ficción trágica interna, como en Hamlet. Quizás por eso, El Quijote ha sido adaptado al cómic, e incluso a los dibujos animados, con cierto éxito.

En España tenemos grandes autores de cómics, o de tebeos, que es el nombre del «género del cómic» genuinamente español. De entre todos ellos hay uno que destaca de forma excepcional y que, estoy seguro, todos ustedes conocerán: Francisco Ibáñez Talavera, autor de tebeos inolvidables como Rompetechos, El botones Sacarino, 13 Rue del Percebe o Mortadelo y Filemón, entre otros.

Yo, debo reconocerlo, siempre he tenido especial debilidad por Mortadelo y Filemón. Primero por sus disparatados guiones, que han reflejado de una forma mordaz la sociedad española de los últimos años (su primera aparición fue en 1958). En segundo lugar por sus personajes, por los protagonistas, por supuesto, pero también por el Superintendente Vicente, la señorita Ofelia y el inefable Profesor Bacterio. Por último, pero quizás lo mejor, los dibujos de Ibáñez, plagados de pequeños detalles que hacen que uno se deleite durante minutos y minutos con cada viñeta.

Uno de esos detalles con los que me deleitaba cuando tenía un tebeo de Mortadelo y Filemón en mis manos era los nombres que Ibáñez ponía a los establecimientos que aparecían en las viñetas, especialmente a los bares. Nombres como «Bar Tolo», «Bar Budo», «Bar Celona», «Bar Quillo» o «Bar Baridad» eran algunos de los que aparecían en los tebeos. Estos nombres, a la par que ocurrentes, representan una figura literaria que se llama aliteración y consiste en la repetición de sonidos en un verso o enunciado con fines expresivos; sin embargo, en ninguna de las historias de Mortadelo y Filemón apareció jamás el poco ocurrente y menos aliterado aún nombre de «Bar Ticipativo».

El «Bar Ticipativo», aunque no lo crean, no es un invento del Profesor Bacterio, sino del concejal de Asociacionismo, Participación y Órganos Municipales del Ayuntamiento de Elche, Felip Sánchez Gamero. El engendro consistió en una serie de chiringuitos montados en diferentes plazas de la ciudad para, en palabras del propio edil, «...dinamizar la presentación de propuestas. Cuando estamos en un bar hablamos de las cosas que pasan en nuestro entorno y normalmente encontramos también soluciones. Puedes compartir esa solución en el Pressupost Participatiu».

Siendo justos, el fomento de la participación ciudadana en los asuntos municipales es, en principio, una buena idea. Revisando la «Guía de Funcionamiento del Pressupost Participatiu 2018» en la web del Ayuntamiento, se pueden encontrar en ella diversos elementos positivos y otros que no lo son tanto. Algo que me llama poderosamente la atención, por ejemplo, es el hecho de que se puedan sugerir propuestas sobre mejoras en centros educativos de Infantil y Primaria; en estos casos, creo que lo más sensato es que las propuestas se recojan directamente de los colegios, a través de sus direcciones y sus respectivos consejos escolares, pues es una obligación del Ayuntamiento, no una concesión, su adecuado mantenimiento.

Por otra parte, corremos el peligro de estar creando unas vías de participación para las «élites». Es obvio que las personas mejor informadas, con un óptimo acceso a Internet y a las redes sociales, y con una mayor cultura, tienen una clara ventaja a la hora de elaborar, presentar y defender sus propuestas. Por contra, son precisamente los colectivos más desfavorecidos, desde un punto de vista social y económico, los que más dificultades de acceder a este tipo de propuestas encuentra. Iniciativas como la del «Bar Ticipativo» no están, desde luego, encaminadas a limar estas desigualdades, sino que tienen un tinte populista y propagandista que, por fortuna, a nadie se le escapa.

Sea como fuere, señor concejal si, como usted dice, las soluciones se encuentran en los bares, cerremos su Concejalía y abramos tascas, tabernas, cantinas, mesones, bares y... ¡Viva el vino!