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Joaquín Rábago

El nuevo desorden mundial

¿De qué sirve un foro como Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad si los países hacen luego lo que quieren? Unos, con sus vetos; otros, porque saben que no hay nadie capaz de ponerles coto sin arriesgarse a una guerra mundial.

Hemos visto la legalidad internacional reiteradamente pisoteada por unos y por otros: en la antigua Yugoslavia, en el Oriente Medio y norte de África, en Ucrania, y tantos otros lugares del planeta.

Rusia e Irán apoyan a un dictador sanguinario en Siria, pero Estados Unidos no tiene tampoco mayores escrúpulos en armar a regímenes tan repugnantes como el egipcio o el saudí o en condonar lo que hace ilegalmente Israel en los territorios ocupados.

Y al mismo tiempo, la Casa Blanca de Donald Trump, auténtico nido de halcones en este momento, pone en entredicho el acuerdo nuclear que firmaron ese y otros países con Irán, con lo que amenaza un nuevo conflicto en esa región.

China no sólo se siente, sino que es cada vez más fuerte tanto económica como militarmente, y se lo hace saber al mundo. Lo cual inquieta sobre todo a Estados Unidos, acostumbrados a patrullar los mares y océanos sin que nadie le haga sombra.

La OTAN, cada vez más abultada con los países del disuelto Pacto de Varsovia, exige a todos sus socios que gasten más en defensa para hacer frente a la Rusia de Putin, que no quiere ya resignarse al papel de "potencia regional" al que trató de relegarla Estados Unidos.

Y lo mismo en Rusia que en Estados Unidos, en Turquía y por desgracia también en cada vez más países de la vieja Europa, el nacionalismo, el "mi país primero", está al orden del día.

La UE se muestra al mismo tiempo cada vez más dividida internamente, y no ya por la salida del Reino Unido, que parece sentir más nostalgia de sus viejas colonias que simpatía hacia sus socios del continente.

Crecen en ése de modo alarmante el euroescepticismo y la xenofobia, que dan siempre réditos electorales como hemos visto no sólo en Polonia, Hungría o la República Checa, sino también en Alemania o Italia.

Y nadie parece acordarse ya de aquellas palabras del presidente francés François Mitterrand de que "el nacionalismo es la guerra". ¿Es que nunca aprenderemos nada?

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