Así, de inicio, parecería el título de una novela de Philip Kerr y su protagonista alemán el detective y expolicía Bernie Gunther? Si bien no es así, ya que, en ocasiones, la realidad supera a la ficción y la mayoría de los españoles tenemos un sentimiento de frustración, dada la incapacidad de que el espacio europeo no sea una realidad en todos los sentidos, como lo ha venido siendo y consolidando en temas como la moneda única o el espacio Schengen.

No pretendo, en absoluto, entrar en la espiral que supone analizar o criticar las decisiones judiciales, tanto nuestras como las de otros países, como Bélgica o Alemania. Pero sí plantear algunas preguntas que quedan en el aire para el conjunto de la ciudadanía que, aun sin ser expertos en temas de Derecho Internacional, tenemos el convencimiento de que España es una democracia y que nuestra Justicia funciona (eso sí, algo lenta y con falta de medios). Véase el caso de los EREs de Andalucía que, tras más de diez años, ahora en la vista en el Supremo.

El proceso secesionista y sus métodos con incumplimiento grave y reiterado, ¿cómo se puede calificar?

Las posibles dudas sobre la violencia empleada con uso de actividades incriminatorias, incluido el uso de la Policía Autonómica, ¿no se debería estudiar y juzgar por los tribunales españoles?

Cuando se sigue hablando de diálogo, ¿con quién?, ¿con aquellos que han propiciado un posible golpe de Estado?, ¿lo hicimos, en su día, con golpistas como Tejero o Milans del Bosch?

Las famosas euroórdenes, ¿no deberían tener un contexto automático?, ¿es posible que los jueces alemanes se erijan en instructores de una causa, interpretando la legislación española?, ¿es necesario que sean idénticos los tipos jurídicos de un país con respecto al otro que solicita la euroorden?, ¿tendríamos que ir pensando en la flexibilidad para no encontrarnos en situaciones similares?

Y no olvidemos a la ministra de Justicia alemana, la socialdemócrata Katarina Barley, que pertenece al grupo Izquierda Parlamentaria y que, por cierto, fue con cierta brevedad ministra de Familia y le hubiese gustado Asuntos Exteriores, si bien ahora hace declaraciones que no puedo entender, ya que consideraciones de carácter político en absoluto deben de mezclarse con temas estrictamente jurídicos.

Y, por último, el protagonista de este melodrama, el golpista Puigdemont que, en un alarde de valentía, se escapa a la primera de cambio y anda diciendo en foros como «Laponia» que España es poco menos que una dictadura y que las cárceles están plagadas de presos políticos.

Creo sinceramente que, después de más de treinta años contando mentiras, al final, se las han ido creyendo hasta el punto de vivir en una especie de burbuja y su propaganda internacional, con dinero de todos, ha calado hasta en la señora Barley.