La moda de seguir anglosajonizando cualquier expresión que tiene su traducción o significado en el castellano se sigue apoderando en nuestro quehacer diario. Y ahora a las noticias falsas se le llaman fake news, quizás con la idea de institucionalizar una expresión de una forma de actuar que se lleva a cabo en todo el mundo y que produce sus efectos por el impacto que la mentira puede causar en un primer momento hasta que la noticia se desmiente. Pero la gama de opciones de que sea admitida por un amplio sector de la población es valorado por quien la lanza para la eficacia del daño que, en algún porcentaje, se quiere causar. No obstante, la difusión de una falsedad puede afectar al honor de las personas, también, y configurar un daño y perjuicio a los afectados por el impacto tremendo que provoca la red social en una altísima capacidad de difusión instantánea de la noticia que se propaga.

La capacidad de reacción posterior existe, aunque es lenta, por la necesidad de contar con la intervención de los prestadores de servicio que deberían colaborar en la anulación inmediata en internet de estas noticias, por lo que se impone una rápida actuación de quienes tienen este control, y sin necesidad de que nadie tenga que advertirlo. Quizás la constitución de un comité de ética internacional acerca del control de estas noticias falsas y una adecuada coordinación con quienes tienen la capacidad de borrar de inmediato las mismas de las redes sociales contribuiría a reducir el impacto negativo que estas producen, porque no se trata, solo, de causar impactos negativos personales, sino que también llevan a cabo ataques a los Estados y a la economía. Porque podemos imaginar el demoledor y negativo impacto que una noticia falsa bien difundida en el sector de la economía puede provocar en un país, o en el sector mundial. De ahí, la necesidad de crear un concierto internacional que imponga férreos controles de la difusión de falsedades por la red. De la misma manera, el control debería realizarse con respecto al lugar desde el que ha salido la noticia, porque los equipos policiales de investigación tecnológica y de los Estados permiten esta localización para descubrir la autoría de estos hechos e intervenir de forma inmediata.

La situación actual es complicada con este tipo de casos que requieren de una internacionalización de las soluciones, porque los Estados no pueden actuar de forma unilateral por la reducida eficacia de respuestas de carácter localista a problemas que lo son más globales y más generalizados, así como con miras y objetivos que, cuando se quiere hacer un daño colectivo, tratan de fake news con hondas repercusiones en varios Estados. Y de la misma manera que la tecnología facilita a sus autores la difusión de las mismas debe permitirnos a nosotros la detección de la autoría de su difusión y las medidas de control y cierre de estas «fugas» en internet que causan daños personales y colectivos.

Estas circunstancias causan, también, un grave daño a los medios de comunicación serios, que también se alertan de esas noticias para descubrir si son verdad o mentira, lo que les hace perder un tiempo en esta medida hasta descubrir su falsedad. El Diccionario Cambridge define a las fake news como «historias falsas que parecen ser noticias, difundidas en Internet o usando otros medios, generalmente creadas para influir en las opiniones políticas o como una broma». Sin embargo, no es broma lo que por sus efectos puede causar un daño individual o colectivo, de ahí su perseguibilidad, al no poder ampararse en una broma lo que provoca daños en la comunidad de forma colectiva, o daños personales, por lo que tiene su importancia su persecución por la comunidad internacional en evitación de que prospere como una conducta en teoría fácil, pero con realidad muy dañina. Y en esta materia, los medios de comunicación también han mostrado su queja ante los perjuicios que causan en una prensa sería, ordenada y profesional basada en el contraste de las noticias este tipo de noticias; de ahí la necesidad de llevar a cabo ese esfuerzo colectivo en crear barreras, avisos inmediatos y, sobre todo, actuaciones de los prestadores de servicios en internet, que son los que tienen la llave para cerrar estas puertas al fraude y al control de la desinformación.