Ahora que conmemoramos la festividad de la Santa Faz cuya primera romería se celebrara el 17 de marzo de 1489, vuelve a la memoria de los alicantinos que tanta devoción le profesan, lo de los tres pliegues del velo de la mujer Verónica con los que, según la tradición, enjugó el rostro ensangrentado de Cristo camino del monte Calvario, quedando milagrosamente impreso en los mismos.

Hay que recordar que el personaje de Verónica no aparece en el Nuevo Testamento pero sí en el evangelio apócrifo de Nicodemo que lo vincula con una de las mujeres que, según San Mateo, presenció compungida el paso de Jesús con la cruz a cuestas.

Sin embargo, aunque se conozca que en el mundo hay tres santafaces, una por pliegue, poco o nada sabemos en Alicante de las otras dos reliquias. A lo sumo se habla del Santo Rostro de Jaén y de una tercera que se encontraría en Roma, lo cual es falso.

Respecto a la nuestra, la historia es más o menos conocida. Un sacerdote anciano del pueblo de San Juan, que perteneció a Alicante hasta 1779, llamado Pedro Mena, que viviría entre 1410 y 1493, el cual, al servicio de un influyente cardenal, probablemente el setabense Rodrigo Borgia, futuro papa Alejandro VI a partir de 1492, se trajo como valioso obsequio por su virtuosismo y buen hacer, la Santa Faz que obraría tres milagros, de la lágrima, de las faces en el cielo y de la cruz, los viernes 17, 24 y 31 de marzo de 1489 cuando las rogativas en demanda de lluvia por la sequía que sufriera el campo alicantino.

Al margen de lo que puede ser leyenda o tradición, es cierto que a esos supuestos fenómenos extraordinarios acaecidos portando la reliquia, la Iglesia les concedió bula papal de reconocimiento de portento muy pronto, por ser muchísimos los testigos presenciales de los mismos, el 8 de agosto de 1490, dos semanas después de concederle Fernando el Católico el título de ciudad a Alicante, recibiendo por la Santa Sede la categoría de milagros el 3 de enero de 1525.

Hay que tener en cuenta que la reliquia en sí no es lo que se observa desde el exterior, que en los tres casos son pinturas diferentes, sino el fino paño que se guarda dentro.

Y aquí debemos ya hablar de la «tercera» Santa Faz que está en Italia, conocida en aquella lengua como el «Volto Santo» pero en absoluto ubicada en su capital ni tan siquiera en una ciudad importante sino en un pequeño pueblo del centro de aquel país, con apenas 6.000 habitantes, llamado Manoppello, cercano al mar Adriático, perteneciente a la provincia de Pescara en la región de los Abruzos.

Es curioso resaltar lo poco conocido del lugar en la cristiandad al que el papa Benedicto XVI rescató casi del olvido cuando realizó una peregrinación el 1 de septiembre de 2006 a aquel santuario capuchino italiano de la Santa Faz. Con ello querría ratificar la veracidad del lienzo que, por increíble que parezca, atribuyó hace muy poco, cuando lo descubrió en 1990, su paisano el jesuita alemán Heinrich Pfeiffer y que al parecer fuera robado de Roma en 1506, llegando al pueblo de Manoppello dos años después para quedar definitivamente depositado en su lugar actual a partir de 1660.

Quizás ello despierte la curiosidad de algunos alicantinos que deseen desplazarse hasta aquel pueblo italiano. Por lo que respecta al Santo Rostro de Jaén, guardado en su catedral, se venera todos los viernes y los primeros datos de su presencia en aquellas tierras nos transportan a la segunda mitad del siglo XIV.

A pesar de la devoción que suscitan las otras reliquias, para nada tiene ello que ver con ese fenómeno no ya religioso sino popular, sociológico y hasta de oportunismo político que supone la Peregrina de Alicante al grito más o menos convincente y convencido de ¡Faz Divina, misericordia!