El esperpento en el que se ha convertido el Trabajo Fin de Máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, además de poner en entredicho el futuro de la dirigente del PP, supone un grave descrédito para la Universidad Rey Juan Carlos, lo que en el contexto social actual es, quizá más preocupante. Si la imagen pública de nuestros políticos se encuentra por los suelos, la que se considera la cuna del conocimiento, la investigación y el saber, no tenía hasta el momento esa misma consideración. Pero las erráticas explicaciones que desde el primer minuto han ido ofreciendo sus dirigentes y los responsables del máster en cuestión, no han hecho sino enredar, paso a paso, la madeja de un ovillo donde lo que en un principio era un simple error administrativo se ha convertido en un presunto delito de falsificación de documento público (el acta con las notas de un curso de posgrado lo es) y se ha cuestionado todo el proceso universitario en el que se tiene que demostrar la suficiencia académica para obtener el título cursado. Si tenemos en cuenta que el actual rector sucede en el cargo a un catedrático cuestionado por el escándalo de plagio en sus investigaciones, podremos comprender cómo se tienen que sentir unos jóvenes estudiantes universitarios que se habían encomendado a esa institución madrileña para formarse y encarar de la manera más adecuada su futuro profesional. Una institución, la madrileña, que ahora mismo ha perdido gran parte de su credibilidad que tardará tiempo en recuperar y que, además, de manera tremendamente injusta, ha salpicado al resto del sistema universitario español, por las generalizaciones que situaciones de este tipo siempre conllevan. Depurar responsabilidades, en todos los frentes, parece algo imprescindible y cuanto antes se haga mucho mejor.
