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Mariola Sabuco

A río revuelto

Mariola Sabuco

No duermo bien

El miércoles no pude dormir bien. Mi conciencia no me lo permitió. Me siento mal desde que vi desmayada en el suelo a una mujer que era auxiliada por una colaboradora de Stop Desahucios tras quedar en la calle con solo la ropa que llevaba puesta en ese momento y su documento de identidad. Quizás es que soy culpable, yo y el resto de la sociedad, por consentir que se pueda echar a la calle a alguien sin poder llevarse una fotografía de su infancia, un recuerdo de su madre en forma de pañuelo, su ropa interior o sus propias sábanas. El fondo buitre extranjero que se ha quedado, por impago de la hipoteca, con la vivienda enclavada en la Zona Norte de Alicante también se ha apropiado de los restos de una vida que se encuentra en pleno naugragio. Y total para nada, porque, por muchas vueltas que le doy, no concibo que las pertenencias más personales de esta mujer puedan ir más allá de la basura o de una hoguera, porque su valor crematístico es cero. ¿Quién salvo ella las puede valorar y apreciar? Dudo que el fondo buitre que se ha quedado con todo pueda sacar rentabilidad alguna a las prendas de vestir y también dudo de que la mujer, en su precaria situación económica, pueda comprar lo básico que necesita. Su marido le abandonó desapareciendo de una casa que no estaba pagada y en la que ella no figura porque para una mujer árabe de 60 años no es fácil aparecer como propietaria de algo. Ahora, le abandona la sociedad. Sola,con conocimientos muy rudimentarios del español y con desconocimiento absoluto de sus derechos se ha convertido en la primera persona que es desalojada de su vivienda en Alicante en los últimos cinco años. La vida es dura y complicada, pero para unos mucho más que para otros.

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