Qué extraño embrujo puede rodear a un señor nacido en Palencia en 1916, que a los trece meses salió para vivir los 16 siguientes años en Murcia, donde murió en 1978, y que no volvió a tan señorial ciudad castellana vieja, con su «bella desconocida», su Catedral, hasta la década de los 60.

Casó con una bella dama, de viejas raíces ilicitanas, cuando estaba destinado con su regimiento en la valenciana ciudad de Paterna. Y como ni era francés napoleónico, ni ruso estalinista, nunca perteneció a ningún ejército de ocupación, de liberación lo llamaron algunos, cruzados en una cruzada según el Vaticano, alzados contra la II República, los otros. Pero como diría Lou Jacobi, en Irma la Dulce: Bueno, pero eso es otra historia.

En 1942, abandonó su destino en Paterna para aceptar el nombramiento de alcalde de Elche. Mucho antes se había iniciado el «contencioso de Santa Pola», que me recuerda a las docenas de casos de secesión, habidos tras el advenimiento de la democracia en la que vivimos, con el nacimiento de nuevos ayuntamientos.

En 1812 Santa Pola inicia la segregación de Elche, que no se hace efectiva hasta 1835. Tras la Guerra Civil, se solicita formalmente el deslinde, que no se formaliza hasta 1944. Tres años después se cesa al palentino.

Según la Wikipedia, don Santiago Canales Mira-Perceval fue alcalde de Elche en la II República, de octubre del 34 a enero del 35, y posteriormente de abril del 39 a octubre del 40, ya en época franquista. Puntualizados estos extremos, pasemos de molestar a los muertos a saber de ellos.

Jesús Melendro vivía ya en Alicante, y, tras un breve paso por las Juventudes Socialistas, se integra en la recién fundada Falange Española, desde diciembre de 1933, formando parte de la seguridad del fundador en el discurso inaugural en Alicante.

En Madrid, destinado al Ministerio del Ejército, por su «mili», sigue en relación y con regular asistencia a la sede de Falange. Expulsado del mismo por su ideología política, huye hasta Alicante, donde se encuentra el 18 de julio, lo que le obliga a estar escondido hasta que una dotación de infantería de marina francesa lo escolta y embarca en un destructor francés, Vouquelain, el 20 de octubre, con un «laissez passer» emitido por el consulado francés de Alicante, que lo expidió el día anterior, 19-10-1936, que le traslada a Marsella con estatuto (y paga) de refugiado político. En Francia, gracias al cónsul rumano, consigue retornar a España e incorporarse a la zona nacional, donde hace los cursos de oficial provisional. Tras la campaña de Asturias, por sus conocimientos políticos, se le destina al nombramiento de alcaldes durante un breve período, hasta que vuelve al frente.

Estos si eran considerados méritos en aquellos años, no los que aparecen en el artículo de Miguel Ors. Pero, como dije antes: Bueno, pero eso es otra historia.

En reconocimiento a su labor, fue condecorado con la Encomienda Sencilla de la Orden de Cisneros y en la toma de posesión del nuevo alcalde, don Rogelio Fenoll Tarí, fue elogiada su labor por el gobernador civil, el señor Paternina.

Y volviendo a Santa Pola. Mucho tiempo y dinero propio gastó don Jesús, en idas y venidas a Madrid, pero el resultado ni fue lo que aquellos pedían ni lo que los ilicitanos deseaban. Fue un deslinde que, como todos, partió diferencias.