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José María Asencio

Vuelva usted mañana

José María Asencio Mellado

Entre cantos y sueldos

Si yo fuera catalán estaría un poco molesto con los parlamentarios electos que, viviendo entre el símbolo y la arenga, cobran en euros contantes y sonantes. Todo es aire, menos el sueldo a fin de mes, que cobran en efectivo a pesar de que su labor queda reducida a la filosofía pura, a la abstracción, a la hipótesis y, visto está, a mantener una situación que les permita la holganza mientras el 155 les evita la siempre ingrata labor de gobernar.

Cada semana paren una nueva iniciativa, siempre propuesta en términos de consigna, pero carente de eficacia, ya que son conscientes y asumen que un paso adelante les podría conducir allá donde sus referentes especulativos están. Y constatada la incidencia del invento entre la hinchada, cortadas un par de carreteras y movilizados cada vez menos jóvenes, desocupados al parecer, abandonan el parto y recurren a otra invención que les mantenga en las redes sociales y medios esperando a que llegue el día 31 para cobrar la nómina.

Que digo yo, que si todo es simbólico y sus ocurrencias son de esta guisa y con esta intención se discuten, el sueldo también debería serlo, pues la función de un Parlamento es legislar en efectivo, no elaborar hipótesis futuribles sin futuro o pregonar la bondad de su sistema mientras a la vez se quejan de sus desgracias.

El Parlamento catalán se ha convertido en un conjunto de plañideras que lloran cotidianamente sus desgracias, causadas por ellos mismos, adornando sus lamentos con apelaciones a la paz, mientras azuzan a los más radicales en esa cosa del gamberrismo limitado, pues las movilizaciones están bien diseñadas para generar mal ambiente y acompañar la escenificación de la tristeza sin, a la par, causar grandes estragos que pudieran causar males mayores a los promotores. Promotores, por cierto, cuyo ridículo es proporcional a la calidad de héroes que se atribuyen. Vean si no a Anna Gabriel, huida a Suiza en un gesto que denunciaba su persecución, su necesidad de aparecer como perseguida política, cuando el TS la ha imputado solo por desobediencia, delito que no lleva aparejada pena de prisión. Le han descabalgado de su altar del sacrificio y está en Suiza por nada. Cambiarse el peinado, la vestimenta y tornarse en una apariencia que nada tenía que ver con su presencia revolucionaria, era tan innecesario, que de mártir ha pasado a ridícula representación del esperpento.

Llevan por esos lares tres meses sin dar palo al agua, cantando sus himnos a toda hora ?plastas-, y exhibiendo sus banderas más que en tiempos del franquismo más irredento. Son tan patriotas que aburren. Cobran por cantar y hacer afición. Un sueldo mollar por ser buen catalán según su definición sectaria.

Hoy se les ocurre discutir si Puigdemont podría, hipotéticamente, ser presidente, sin que a su vez, naturalmente, le nombren, habida cuenta que en tal caso el señor Torrent podría engrosar las filas de imputados. Y a tal fin echan la mañana tan ricamente con discursos sobre valores republicanos de una república que ellos mismos han calificado de simplemente retórica. Ayer, lo hicieron sobre Sánchez, dimisionario a la vista del lío en que se ha metido o con Turull que, junto a sus problemas por los hechos conocidos, tiene pendientes algunas cosillas más, pequeñeces para ellos, relativas a posibles malversaciones de tiempos anteriores. Poca cosa parece si el dinero iba dirigido a financiar su simbólica república o llenar los bolsillos de sus próceres. Pecadillos de la ideología que bien valen una misa.

Y ahí están, sin decidirse a dar un paso adelante y designar a un presidente efectivo, vaya a ser que si lo hacen tengan que ponerse a trabajar abandonando los cantos y el folklore, lo que es evidentemente más cansado y aburrido que acudir un par de mañanas al parlamento a desahogarse con España, sus poderes constitucionales y, sobre todo, enfrentar las necesidades reales de la ciudadanía. Con el chollo que tienen, cualquiera tira para adelante y se pone a darle al magín para trabajar de verdad. Y si con suerte logran estirar la cosa y llegar a mayo, nuevas elecciones que, si Dios quiere, les podrían proporcionar resultados similares, pues el empate está casi asegurado y seis meses más de holganza y divertimento.

Formar un gobierno les da pánico. Llevan tantos meses dedicados a la independencia, a las leyes de desconexión y otras tantas ocurrencias, que han desconectado de la labor siempre ingrata de gobernar el día a día. Se han acostumbrado a la televisión, a los cantos, a los desfiles y no les interesa dedicarse a administrar el común, que quema. Si hicieran esto último, sin una cámara detrás, perdería el cargo su atractivo. Mejor ser héroes, que incompetentes.

Los catalanes serios deberían pedir a sus representantes que se pusieran a trabajar ya y dejaran de darle al himno en cualquier ocasión que se les presenta. Veinte veces al día suman una hora de canto por cabeza y una hora por varios centenares son muchas horas de coral sinfónica. Cierto es que cada vez entonan mejor, pero pagarles para que no desafinen es excesivo.

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