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Lorena Gil López

A contracorriente

L. Gil López

Penitentes todo el año

Domingo de Resurrección para muchos, continúa la penitencia para otros. Que se lo cuenten sino a Carles Puigdemont, que fue apresado en Domingo de Ramos y allí sigue, en una cárcel alemana, a la espera de saber si será entregado a un país llamado España, al que repudia porque entiende que socava los derechos humanos, mientras recibe la visita (y los apoyos) de los líderes de los partidos de la extrema izquierda y de la ultraderecha, al tiempo que presume, cual Espartaco, de que jamás claudicará ni renunciará.

Que se lo cuenten también a Gabriel Echávarri, que se despidió del PSOE y de la política, lanzando dardos envenenados a diestro y siniestro, mientras tiene en vilo a más de uno sobre si el día 9 dejará, definitivamente, de formar parte del Ayuntamiento y pasará a ser un cuadro más colgado en una pared, siempre y cuando la Justicia no le acabe condenando.

O a su sucesora, Eva Montesinos, que cuenta las horas para sentarse en el sillón con su vara de mando, pero ve cómo sale a la luz, en plena Semana de Pasión, una presunta red de financiación ilegal en torno al partido socialista que le puede salpicar y ante la que ha preferido, por el momento, ponerse de perfil a ver si le roza y pasa de largo en lugar de salir a parar el golpe.

O que se lo cuenten al Hércules, ese equipo que piensa que solo con el nombre y la historia se pueden ganar partidos mientras enfanga la historia del club semana tras semana, en un vía crucis interminable en el pozo de la Segunda B, incapaz de vencer a equipos que ponen fe y lucha en el envite como si les fuera la vida.

La Semana Santa dura unos pocos días, pero la verdad es que su esencia perdura los 365 días del año: la pasión, la muerte y la resurrección se mueven entre nosotros. La penitencia la llevamos todos a cuestas, aunque no nos queramos enterar.

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