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La paz del batasuno

La batasunización de una parte de la sociedad catalana viene de lejos, y responde al mismo patrón que el bien conocido de Euskadi, porque el genoma del nacionalismo radical es uno e idéntico

Viendo la amenazadora manifestación convocada por el CDR (Comité de Defensa de la República) de la Cerdanya, comarca de Girona donde el juez Llarena tiene una casa, podría hablarse de batasunización del independentismo, pero ese proceso gesta despacio, hasta que un día aparece. La batasunización de una parte de la sociedad catalana viene de lejos, y responde al mismo patrón que el bien conocido de Euskadi, porque el genoma del nacionalismo radical es uno e idéntico. Nadie se engañe: la exclusión social del juez es la misma que acabaría sufriendo todo aquel que se mostrara contrario, o incluso sólo que no fuera afecto, a la suprema causa del catalanismo; así que al final son la mitad de los ciudadanos de Catalunya los que acabarían siendo segregados, difamados o, en el mejor de los casos, condenados a un cerco silencioso pero implacable. La careta de la paz cae poco a poco.

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