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Mercedes Gallego

Opinión

Mercedes Gallego

¿Tengo un sueño?

El día 8 salí a la calle y me encantó lo que vi. Me gustó y me emocionó. Mujeres, muchas, y hombres, no menos, de toda clase y condición marchando por algo tan de perogrullo pero tan necesario de alcanzar como es la igualdad de derechos con independencia de nuestro sexo. Como previa a esas marchas que recorrieron pueblos y ciudades con el mismo ímpetu que las primaveras árabes estallaron en un mundo más proclive al invierno, políticos (algunos), empresarios (no todos), sindicalistas y medios de comunicación, entre otros colectivos, decidieron tirar la casa por la ventana. Raro fue en esos días que una noticia de corte feminista/femenino no abriera telediarios, boletines horarios o portadas de periódicos aunque, en honor a la verdad, los temas que acaparaban la atención informativa hacía tiempo que habían dejado de ser noticia. Por repetitivos. Que si la brecha salarial entre sexos, que si los techos de cristal que pese a permitir ver el cielo no dejan alcanzarlo, que si el derecho a ser libres en vez de valientes cuando te mueves por las mismas calles y a las mismas horas que un hombre, para quien el mayor riesgo en una situación similar es torcerse un tobillo al bajar de la acera... y temáticas por el estilo. Incluso hubo un medio que en esos días promovió que todos sus redactores firmaran como «hijo de...» la madre que les parió.

Todo esto ocurrió hace apenas tres semanas y parece que ha pasado un siglo. Sin que hubiera dado tiempo a recuperarse de la resaca de esa reacción ciudadana y feminista sin precedentes, a un niño una desalmada le arrancó la vida y el debate sobre la prisión permanente revisable lo ocupó todo, a lo que siguió la justa reivindicación de los pensionistas y, ahora, la detención de Puigdemont. Y así, me temo, hasta el próximo 8 de marzo sin que entre tanto nada se haya movido. ¿No habrá sido todo un sueño?

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