Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Mondéjar.

El indignado Burgués

Javier Mondéjar

Conversaciones inteligentes hasta el amanecer

Es posible que ahí esté la clave de esa confusión que nos infecta la sangre como a zombis: los enemigos han entrado en el fuerte y todas las defensas exteriores han caído

No se entiende que el nivel medio de la sociedad, y no sólo de la española, haya descendido tan abruptamente en los últimos veinte años. Es verdad que el «guasap», las redes sociales e internet provocan un atontamiento que excede muchísimo del que provocaba la otrora llamada «caja tonta» de la tele. También que el empobrecimiento de la clase media, la falta de expectativas para los jóvenes -más allá de ser más míseros que sus padres- la debacle que nos espera en el recodo de la jubilación y la ineptitud de la clase política para devolver esperanzas a la gente, superando la codicia de engrosar sus propias cuentas corrientes, son condicionantes que no animan a sembrar el cerebro.

Les cuento mi propia versión, que no deja de ser parcial: ni veo ilusión, ni ganas de cambiar el sistema más que desde un antisistema que me espanta, porque la grey que se mueve en esas alcantarillas está formada a partes muy desiguales por auténticos iluminados de buena voluntad -pocos- y montones de tontos del culo que se mueven en manada. Reforzando mi tendencia misantrópica, cada vez estoy más aburrido y recluido en mi propio mundo, que en realidad empatiza más con el siglo XIX que con el XXI.

¿El mundo es cada vez más injusto?: Claro que sí. Es posible que ahí esté la clave de esa confusión que nos infecta la sangre como a zombis: los enemigos han entrado en el fuerte y todas las defensas exteriores han caído. Hace años el enemigo era fácilmente identificable y había posibilidades -remotas si quieren - de hacerle daño o acabar con él. Ahora es una hidra de cien cabezas y da lo mismo que eliminemos de la ecuación a Putin, a Trump, al chino o al sátrapa coreano, porque esos son sólo los títeres movidos por los amos del universo. ¿Sirve de algo hablar de literatura, de cine o del futuro en un mundo así? ¿Dónde queda la poesía? ¿Todavía hay quien piensa que el progreso científico mejorará las condiciones de vida de la Humanidad o sólo de una exigua minoría de ricos riquísimos? ¿Hay tiempo y ganas para las conversaciones inteligentes hasta el amanecer? Es curioso que internet, que es madre de todos los males, sea también una herramienta que permite comparar y formar criterios, porque como en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches tiene a la vez cardos y tulipanes, basura y joyas.

Estos días ando repasando la tele española de mediados de los años 70, realizada con unos medios técnicos que ahora harían partirse de risa al bloguero más miserable: una cámara fija, dos a lo sumo, ausencia total de grafismos fuera de los cartelones en cartón piedra, un decorado consistente en dos sillas y un cenicero, que entonces se fumaba mucho, micrófonos ocultos que de vez en cuando se acoplaban y en riguroso directo, sin cortes ni edición.

Con esos mimbres ridículos se hicieron cestos como «La Clave» de Balbín o «A Fondo» de Soler Serrano, un maravilloso programa de entrevistas de gentes que tenían cosas que decir y en el que el presentador, en contra de lo que se hace hoy en cualquier tele, dejaba hablar al entrevistado, se ofrecía a ser -como me dijo un maravilloso profesor en Primero de Periodismo- «la comadrona que asiste al parto de las ideas».

Pero, claro, para hacer un programa inteligente son necesarias personas inteligentes capaces de enjaretar un discurso porque lo han reflexionado mucho. Les recomiendo buscar en youtube las entrevistas de Cortázar, Borges o Atahualpa Yupanqui y disfrutar de charlas, largas y reposadas, casi hasta el amanecer, que versaban sobre el hombre, la madre tierra, sus condicionantes, la creación, el arte, la vida. No me resisto a citar una frase de Yupanqui que me impactó hace unos días y que en otra ocasión les prometo desarrollar: «Un amigo es uno mismo con otro cuero». Y Yupanqui era un gaucho profundo, pero no presumía ni de masters ni de lecturas, aunque derrochaba sabidurías viejas y recuerdos ancestrales.

Es posible que la reflexión de hoy, con tantos estímulos externos, tantas posibilidades de gratificaciones inmediatas, tanta información que satura nuestras neuronas, sea prácticamente imposible. Si no nos sacudimos la basurilla de la actualidad es imposible que podamos pensar en lo auténticamente importante, en aquello que ya era motivo de debate para el hombre de las cavernas, lo fue para griegos, egipcios y romanos y lo ha sido hasta hace dos días: ¿Quiénes somos, dónde vamos, con quién vamos? Hay que detener el ruido y buscar el silencio, como hacía Don Ata, que se iba a un cerro, con el río al fondo, a leer y a reflexionar.

No sé si tenemos -si tengo- la fuerza de voluntad de parar las máquinas, cerrar internet y buscar quién soy en el silencio. Sí que tengo claro que lo que hoy me resulta tan imprescindible no son más que artefactos que muy pronto serán descartables, yendo a parar al misterioso espacio/tiempo de los mercados de viejo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats