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La Zarzuela y el Real

Un polémico intento de fusión que presenta grandes incógnitas

Hace unos días, en pleno fin de semana, saltó la noticia de la fusión, en un ente conjunto, de los teatros Real y de la Zarzuela, dos de los grandes estandartes de la lírica española. No es la primera vez que se intenta unir ambos centros, pero lo raro de esta ocasión estriba en cómo se filtró la decisión, haciendo además saltar todas las alarmas que el equipo de la Zarzuela no estuviese enterado de una operación de semejante calado que, claramente, pilotaba a su antojo el Real directamente con el Ministerio de Educación y Cultura. De ahí que a las claras no estamos ante una unión sino ante una absorción -o según se va viendo con el paso de los días de una especie de OPA hostil- porque todo el proceso de trabajo se está planificando a la medida del teatro de la plaza de Oriente como si el de la Zarzuela no tuviese nada que decir, pese a estar respaldado por una gestión adecuada y una historia más rica que la del otro teatro isabelino que siempre despreció a la lírica hispana. La historia existe y ayuda a entender los procesos. Si pensamos porqué se crea el teatro de la Zarzuela nos daremos cuenta de qué poco han cambiado algunas cosas en lo que a la defensa del patrimonio musical español se refiere.

El teatro de la Zarzuela tiene graves problemas de funcionamiento desde hace décadas. Todos los profesionales lo saben. No es algo nuevo. Pero estas deficiencias tienen su origen no en sus equipos artísticos y técnicos, sino en el propio Ministerio de Educación y Cultura y, más concretamente, en el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) del cual dependen las unidades de producción nacionales que pagamos, vía impuestos, toda la ciudadanía española. El Ministerio ha sido incapaz de encontrar un modelo de funcionamiento cabal y de entidad para el teatro de la Zarzuela.

Es un fracaso que afecta a todos los partidos que han gobernado en nuestro país y, ahora, ha tirado por el camino más fácil: desprenderse de un teatro público para integrarlo en la Fundación que rige el Real para quien sí encontró en su momento fórmulas adecuadas. Este es su compromiso tangible con la lírica española, con la zarzuela como género: nulo. El INAEM es un ente nefasto que, salvo contadas excepciones, poco aporta a la cultura española. Las unidades de producción que todos pagamos, sirven casi exclusivamente a la población de la Comunidad de Madrid y esto es algo de lo que no se habla y que aquí tampoco se plantea porque los impuestos es bueno que vengan de todos, pero luego que el disfrute de sus resultados es suficiente que se que en la capital del Estado.

El Ministerio de Cultura ha deteriorado de forma deliberada el sistema de giras de la Zarzuela. Y lo puedo decir desde el conocimiento directo al dirigir artísticamente el Festival de Teatro Lírico Español del teatro Campoamor. Cada vez es más complicado traer producciones de ese teatro y si se hace es por empeño de su excepcional equipo artístico, no por las facilidades del INAEM que sólo hace que dificultar cualquier colaboración. De la Orquesta y Coro Nacionales o de la Compañía Nacional de Danza, mejor ni hablamos. Se insiste en los beneficios de la proyección exterior de la zarzuela que saldría de esta fusión, una suerte de maná para la lírica española. ¿Ha pensado el INAEM -si es que tiene la capacidad para vertebrar culturalmente el país más allá de la M-30- que lo que nuestra zarzuela y ópera necesitan es mejorar la implantación en su país de origen? La zarzuela está barrida de los principales teatros. Es algo vergonzoso, y requiere con urgencia de un plan nacional, algo de lo cual las lumbreras del Ministerio ni se ocupan. El teatro de la Zarzuela es una herramienta patrimonial y debiera ser el gran motor de nuestra lírica. Defiende el género, pese a la montaña de burocracia con la que el Ministerio lo ha ido ahogando para acabar forzando esa absorción a la carta.

Los cantantes españoles se han lanzado en tromba a defender la independencia de la Zarzuela. Lógico. Su presencia en el Real lleva años siendo muy testimonial en papeles secundarios y segundos repartos. Algunos con carrera internacional ni lo pisan. Esto también es algo histórico y en ese desprecio está la propia génesis del teatro de la Zarzuela. Señor ministro de Cultura, no nos interesa en absoluto si le gusta más o menos la zarzuela; eso son asuntos personales que le importan sólo a usted. Lo que de verdad importa es que le pagamos el sueldo para que defienda el patrimonio musical español con convicción y capacidad de gestión. Hasta ahora, su labor en el ámbito de la zarzuela y de la música española en general, ha sido deficiente. Dedique unas horas a repasar porqué se está arrinconando uno de los escasos géneros artísticos genuinos de nuestro país. ¿Qué ha hecho su INAEM para defenderlo? Dar migajas presupuestarias en subvenciones ridículas no es lo que se dice un buen balance.

La fusión del Real y la Zarzuela no es en sí misma ni buena ni mala. Todo depende de cómo se haga y de que esté encadenada con un plan nacional de defensa de la lírica española. Si estamos ante un teatro nacional que lo sea de verdad. Ya estamos hartos de pagarles a los madrileños con nuestros impuestos buena parte de su vida cultural. Es maravilloso llevar la zarzuela a Japón con altos estándares de calidad. Pero no por ello tienen que quedar de lado Guadalajara, Santander, Santa Cruz de Tenerife o Alicante, por citar cuatro ciudades al azar. Estudien la reticencia que la absorción de la Zarzuela por parte del Real ha generado en el sector. No es casual. Es fruto de una gestión que ha dejado de lado a los profesionales españoles, que los ha despreciado.

Sorprende la fusión ahora cuando la Zarzuela está teniendo resultados espectaculares desde el punto de vista artístico, y su nuevo equipo está volcado en la renovación del género con éxito incuestionable. ¿Así se premia el trabajo bien hecho? Al final harán lo que les de la gana, pero al menos no pretendan que nos creamos algunas de las estupideces que estos días hemos escuchado. Si se hace un proceso de fusión que sea con luz y taquígrafos, respetando los derechos de los trabajadores y también del público, con una idea clara y solvente de lo que se quiere hacer. Mucho me temo que detrás del humo y del cartón piedra quizás se escondan otro tipo de intenciones que poco o nada tienen que ver con el apoyo a la zarzuela. El tiempo dará y quitará razones.

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