La política es el arte de encontrar soluciones posibles donde sólo hay conflictos imposibles. Y si no es así, debería serlo. Cuando todos los expertos afirman que el agua -es decir, la falta de ella- será el gran motivo de los futuros conflictos bélicos en el mundo; nosotros en nuestra pequeña España deberíamos firmar un buen acuerdo de paz. Y cerrar los acuerdos necesarios para, una vez aprendido del pasado, recordar para siempre que nos hace falta más aguas y menos guerras. Dicho de otra manera, cuando menos guerras políticas más agua disponible para todos, incluso para el sostenimiento de nuestros débiles ecosistemas fluviales.

En el Día Mundial del Agua, queda pendiente por iniciar ?y también por cerrar? un buen acuerdo político y territorial por el agua. Con dos claras premisas: el agua no debe tener dueño, aunque el propietario sea nuestro medio ambiente. Hoy, no se puede negar que el sistemático abuso y la sobreexplotación de los sistemas hídricos perjudican la recuperación y los depósitos de agua naturales, los superficiales ?nuestros ríos? como los subterráneos. Primero lo paga la naturaleza, inmediatamente los seres humanos.

Es por ello que debemos partir de un principio que hemos olvidado durante mucho tiempo. Sin agua no hay vida. Naciones Unidas ya apuntaba en este sentido cuando afirmaba que «el daño ambiental, junto con el cambio climático, están impulsando las crisis relacionadas con el agua que vemos en todo el mundo. Las inundaciones, la sequía y la contaminación del agua empeoran con la degradación de la vegetación, el suelo, los ríos y los lagos. Cuando descuidamos nuestros ecosistemas, hacemos más difícil proporcionar a todos el agua limpia que necesitamos para sobrevivir y prosperar».

Desde este punto de partida, tenemos la obligación de garantizar a todos el acceso al agua. Y para ello, es necesario trabajar de manera conjunta en el cierre de acuerdos necesarios, sin renunciar a ninguna solución, sin posturas maximalistas, sin cerrar las puertas a cualquier recurso técnico que pueda hacer posible que el agua garanticen la vida humana, la actividad agrícola y el desarrollo industrial y turístico de manera sostenible.

Un acuerdo que entiende que la naturaleza o es el punto de partida o será nuestra casilla final. Para partir ahí entender que cualquier solución puede tener su cabida. En el intrincado tema del Júcar-Vinalopó, hablé en este mismo diario INFORMACIÓN de la «Solución Aspe» hace unos años, una vía que estableciendo una jerarquía previa al conjunto de soluciones no abandone ninguna de ellas. En idénticos términos deberíamos establecer las posibles soluciones al trasvase Tajo-Segura, sin renunciar a él, pero modificando sus reglas de juego que le permita seguir siendo un elemento de cooperación territorial y de solidaridad entre los pueblos, al tiempo que asegure un potencial económico que desde Murcia y Alicante repercute en el conjunto del país.

No hay cuestión global o particular en materia de agua que aguante soluciones parciales o posturas radicales. Bien sea el destino de las desalinizadoras, de las aguas depuradas, de la reconversión de nuestra agricultura, o de cualquier otra cuestión concreta. Este sistema de generar soluciones es el que nos ha llevado durante años a menos agua y más guerras. No hay otra vía que la concertación. No hay otro camino que el pacto, no hay otra senda que el acercamiento de posturas. No hay vía que la paz.

Hoy, Día Mundial del Agua, es un buen momento para invertir los signos. Más agua y menos guerras.