Corría el año 1998, cuando el presidente estadounidense Bill Clinton se vio envuelto en el escándalo Lewinsky. Como muchos recordarán, se le acusaba de mantener una relación sexual con Monica Lewinsky, una empleada de 22 años de la Casa Blanca. Curiosamente, un año antes, Barry Levinson había estrenado su largometraje La cortina de humo, en el cual un ficticio presidente estadounidense era acusado de abuso sexual con una menor que visitaba la Casa Blanca. En el film, un excéntrico productor de Hollywood decide divulgar una guerra ficticia contra un país lejano -Albania- para desviar la atención de los votantes. Su creatividad llega al punto de ingeniar la historia de un soldado que quedó atrapado tras las líneas enemigas, apodado «Zapato viejo», y así enternecer a la población y desatar una reacción emocional. ¡Incluso le componen una canción!

La generación de rumores puede efectivamente causar un impacto decisivo sobre la opinión de los ciudadanos, y con la llegada de las redes sociales, el asuntó se ha potenciado exponencialmente. De hecho, en un experimento masivo sobre Facebook con casi 700.000 participantes, se demostró que los estados emocionales pueden ser transferidos de unas personas a otras. Se le llama contagio emocional.

La propaganda informática es, según expertos de Oxford, «una de las herramientas más poderosas contra la democracia». En 2014, un «hacker» colombiano llamado Andrés Sepúlveda fue detenido acusado de «haber pirateado cuentas de miembros de las FARC y de negociadores de La Habana para alterar el proceso de paz». Poco después se relevó que Sepúlveda también había manipulado campañas presidenciales de países como Colombia, Honduras, Nicaragua, México, Venezuela, Panamá y Costa Rica.

Según el diario británico The Guardian, en Inglaterra se ha creado una brigada especial de «Guerreros de Facebook» diseñada para influir en las redes en tiempos de guerra usando tácticas de desinformación y controlar así los flujos de opinión pública a su antojo. Investigadores de la Universidad de Harvard, afirman que China tiene contratadas a 2 millones de personas para fabricar contenido falso en las redes.

Se denomina astroturfing a la realización de campañas de opinión prefabricadas para cambiar tendencias en la opinión pública con mensajes que van directos a la emoción. En esta línea, muchas agencias de comunicación fabrican cuentas falsas mezcladas con otras de influencers pagados para distribuir opiniones, marcas o campañas que llegan a ser tendencia en redes. De hecho, se estima que el 5% de los perfiles de Twitter (casi 25 millones), son falsos. También existen las granjas de clicks -miles de móviles de saldo conectados a la red para votar artificialmente en los mercados de aplicaciones-. Y se trata de un servicio que puede adquirirse desde cualquier parte del mundo.

En suma, un panorama que nos hace reflexionar sobre la importancia de ser críticos y cuidadosos a la hora de formar nuestras opiniones.