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¿Español o castellano?

Un viejo debate que vuelve a la actualidad tras los problemas con Cataluña y la inmersión lingüística

Es éste un viejo debate que ha vuelto a cobrar actualidad tras los lamentables problemas con Cataluña y más concretamente con la cuestión de la inmersión lingüística. Es evidente que la denominación del español como castellano es uno de los goles de penalti que el nacionalismo periférico le metió a los padres de la Constitución (los otros dos, también de penalti, serían la inclusión de la palabra "nacionalidades" en la Carta Magna y la aceptación de la malhadada ley de D´Hondt como método de escrutinio electoral, que tan buenos réditos separatistas le están proporcionando).

En todo el mundo mundial nuestra lengua se conoce como español, salvo en ciertos medios "progresistas" nacionales y europeos, principalmente, que, bien financiados y aleccionados por los susodichos nacionalismos periféricos, han venido sustituyendo en las últimas décadas el vocablo español por el de castellano. En este sentido, nuestra renqueante izquierda, capitaneada por el PSOE, se lleva la palma. Pero lamentablemente la derecha también se ha dejado arrastrar por la corriente. Es obvio que el principal instigador de esta distorsión es el nacionalismo catalán, eso sí, con el aplauso entusiasta del resto de los separatistas.

Baste un ejemplo para poner de manifiesto su desfachatez manipuladora, que me temo se paga con el dinero del resto de los españoles. En la recientemente estrenada serie "Los Templarios" de la compañía televisiva norteamericana HBO se habla del Reino de Cataluña, que nunca existió, en vez del Reino de Aragón. ¿Alguien duda de quién está detrás de esta burda manipulación? Esto sí que es internacionalizar la mentira.

El prestigioso y admirado filólogo y lingüista Emilio Alarcos siempre se quejó de que se llamara al español castellano, achacándolo a "razones políticas, o mejor sinrazones políticas", y aducía contundentes razones. La principal de ellas era lo que el profesor denominaba "descastellanización del español", significando que el español que se habla en la actualidad tiene poco que ver con el castellano primigenio, pues, para empezar, a partir del siglo XVI el castellano medieval se bifurcó en dos veredas paralelas, que se dieron en llamar la castellana o madrileña y la no castellana o sevillana. Ésta última es la que se expandió por tierras americanas y el sur de la Península, la primera por el centro y el norte. Posteriormente, ambas formas fueron absorbiendo modos, giros y significados de todas las regiones españolas, de manera que hoy en día, lingüísticamente, el español es una amalgama de aportaciones castellanas, andaluzas, gallegas, vascas, catalanas... y, por supuesto, hispanoamericanas.

En este sentido, nuestro premio Nobel Camilo José Cela decía, en el discurso de inauguración del II Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Valladolid en 2001, "¿Por qué algunos españoles, con excesiva frecuencia, se avergüenzan de hablar el español y de llamarlo por su nombre, prefiriendo decirle castellano, que no es sino el generoso español que se habla en Castilla? ¿Por qué se huye de los términos Hispanoamérica e hispanoamericano, que se fingen entender en muy desvirtuador sentido, y se llega a la equívoca y acientífica aberración de llamarles Latinoamérica y latinoamericano?".

La razón es clara: porque desde hace décadas se ha venido llevando a cabo en determinadas regiones periféricas españolas una labor de zapa y derribo contra la lengua de Cervantes, con un objetivo final que no es sino la destrucción de España tal y como la conocemos. Tiene bemoles, desprenderse de un auténtico tesoro lingüístico, compartido por más de quinientos millones de personas, para quedarse con una baratija que en el mejor de los casos hablan o entienden siete u ocho millones. El mundo al revés. Pero lo más triste es que todo esto ha venido ocurriendo debido a la dejadez, cuando no connivencia por fines espurios, de los sucesivos gobiernos centrales. Y claro, el que siembra vientos recoge tempestades.

Tiene razón la periodista Isabel San Sebastián cuando dice "no es casual que la Constitución, una construcción política, afirme que ´el castellano es la lengua española oficial del Estado´, mientras que la Real Academia de la Lengua, institución de carácter cultural, patrocina un diccionario de la ´Lengua Española´". Son nuestros políticos quienes nos han traído hasta aquí, son ellos los que por cortedad de miras, inepcia e intereses bastardos han permitido que la segunda lengua de comunicación internacional del mundo esté en serio peligro de ser erradicada de buena parte de la Península Ibérica (a estas alturas hablar de España es casi de risa).

Ya veremos cómo acaba todo esto, pero desde luego la cosa no pinta bien. Ahora resulta que los "bablistas", siempre pescando en río revuelto y aprovechando el rebufo, y, cómo no, apoyados por la inefable izquierda asturiana, pretenden la cooficialidad de la "nosa llingüa" (será la de ellos?). Pobre lengua española, entre todos la mataron y ella sola se murió.

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