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Joaquín Rábago

Hierve España

Hierve España por el centro y todos sus costados: pocas veces se había visto en los últimos tiempos tanta cólera ante lo que sucede y las continuas mentiras y el cinismo insufrible de muchos de quienes nos gobiernan.

Protestan con tanto ruido como razón las mujeres por su discriminación en el trabajo, las continuas vejaciones en la calle y la sangrante falta de reconocimiento de que no son sólo más, sino con frecuencia, mejores que los varones.

Protestan los mayores porque ven amenazas hasta esas pensiones para las que estuvieron trabajando toda su vida y que ahora necesitan no sólo para su propio sustento sino también el de sus hijos en paro o en situación de dependencia.

Porque, en lugar de poder, como el anciano rey Lear, "liberar (su) vejez de taras y cuidados, asignándolos a sangre más joven", se ven obligados a salir otra vez a la calle, como lo hicieron a favor de la democracia en su juventud, para defender ahora sólo lo que es suyo.

Y expresan donde y como pueden su tremenda cólera no ya sólo por la continua depreciación de sus pensiones, sino por las mentiras que tienen que escuchar de unos políticos incompetentes que les dicen que no es posible actualizarlas sencillamente porque no hay dinero.

Les gustaría tirarles a la cara a esos políticos el euro o par de euros que es en lo que el Gobierno ha aceptado aumentar al mes sus pensiones y que no alcanzan ni para pagar casi una barra de pan o un café en el bar de la esquina.

Se encolerizan cada vez más ciudadanos porque ven cómo el Estado recorta y privatiza, cómo las empresas aumentan sus beneficios y sus ejecutivos se atribuyen sueldos millonarios mientras reducen las plantillas y pagan cada vez menos a sus trabajadores.

Protestan en la calle los jóvenes universitarios porque cada vez se dedica menos dinero a enseñanza e investigación y porque quienes, con mucho esfuerzo propio y de sus padres, acaban la carrera se ven obligados a emigrar porque aquí no encuentran empleo.

Se manifiestan los ciudadanos por lo que ven como la gran regresión en materia de derechos y libertades: la criminalización de muchas formas de protesta, la imposición de multas o privación de libertad por comportamientos que son legales en otras democracias.

Y mientras todo eso ocurre a su alrededor, ven muchos cómo la izquierda anda desorientada y dividida, incapaz de reconocer sus propios errores y de ofrecer una salida democrática a tanta frustración acumulada.

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