e oye decir a menudo que los antagonismos actuales en el mundo -y en el interior de las sociedades- no se expresan ya en el eje izquierda-derecha, en la dialéctica entre estos dos polos, sino a partir de otros antagonismos nuevos, superadores de la clásica distinción, que se remonta a la Revolución Francesa.

Así por ejemplo ¿Cómo entender el antagonismo actual entre globalizadores y nacional/proteccionistas? ¿Es más de izquierdas proteger a los trabajadores industriales afectados por la deslocalización, poniendo aranceles a productos competitivos, o es más de derechas, y en cualquier caso, sirve esta distinción? ¿Es más de izquierdas sostener, a pesar de las muchas debilidades y contradicciones, que la UE es un proyecto que encierra valores de izquierda, o, por el contrario, que no es más que una de las muchas fachadas del dominio del capital que conspira contra los pueblos y naciones apresador en esa red?

Los movimientos sociales que llamamos transversales ponen también en cuestión los viejos antagonismos: «no somos de derechas ni de izquierdas - pueden decir sus líderes- lo que queremos es acabar con la vieja política, alcanzar nuestros objetivos aquí y ahora, denunciar, participar, etc.» ¿Son por ejemplo los movimientos feministas encuadrables en las categorías tradicionales de izquierdas o derechas, o más bien expresan antagonismos «prepolíticos», antagonismos que se derivan de estructuras de dominación que preceden y perseveran a pesar de los procesos de modernización en que se ha visto envuelta la dialéctica izquierda/derecha hasta la actualidad?

Cuando se desarrollan con tanta intensidad conflictos que tienen en su base un fundamento religioso (dado que la religión antepone el conflicto entre buenos y malos, de acuerdo con su fe y su moralidad, a cualquier otro), o cuando se vuelve a anteponer el nacionalismo, -que es una ideología integradora que se antagoniza con otros nacionalismos- en sus manifestaciones más extremas y fanáticas ¿se está diluyendo el conflicto basado en la explotación, que durante años constituyó el terreno en que las categorías izquierda/derecha cobraba sentido? ¿Es el populismo, por más que este término tenga significados muy variados, pero que con tanto éxito es pronunciado, expresión de que la dialéctica derecha/izquierda, así como su configuración en partidos políticos, es inútil para operar en los nuevos escenarios políticos?

«El espacio confortable», podríamos decir, con que se podía entender el mundo de la política hasta, por poner un hito, la caída del Muro de Berlín, ha dejado paso, ya metidos de lleno en el siglo XXI, a un mundo mucho más complejo donde, a medida de la aceleración de las interacciones sociales, los conceptos y las categorías de pensamiento están suspendidos en el aire, puestos en cuestión por una intensa lucha por la hegemonía, por el control de las mentes, por nuevas formas de poder, que al fin y al cabo son la sustancia de la política.

La izquierda, que ha tenido a su favor, amparada por un sector muy influyente de la «inteligencia», una cierta superioridad científica y moral, está sujeta, como cualquier otra categoría política, a la evolución, a un ajuste con la realidad, que ha sido siempre su fuente de conocimiento. Los conflictos derivados del sistema de explotación y de los factores de dominación siguen existiendo, con más intensidad y sofisticación que nunca antes. La izquierda, puesto que la derecha ya la hace, está llamada a repensarse y a actuar, no desde un espacio de confort intelectual, sino desde las condiciones actuales en que se desenvuelven las sociedades y los individuos.