Ultimamente estoy comprobando que las noticias se polarizan y hemos pasado en pocos días del correoso tema catalán al del feminismo, que por cierto ha durado bien poquito, y de ahí al del asesinato de Gabriel, el niño de Almería. Las cadenas de televisión se disputan la audiencia metiendo las cámaras hasta el fondo, sin respetar intimidad alguna, queriendo sacar tajada de donde no se debería. El pobre niño murió, así que descanse en paz y de la presunta asesina que se encargue la justicia, sin interferencias de terceros que podrían incluso perjudicar la investigación. Sinceramente, me siento avergonzada de este circo.

Es mucha casualidad que, con este panorama y el hallazgo de Diana Quer tan reciente, se esté viendo lo de la derogación de la prisión permanente revisable en el Congreso en estos días. El Código Penal va evolucionando en función de las conductas que la sociedad va considerando en cada momento histórico como reprobables. Hace unos años, por poner un ejemplo, el adulterio era un delito, mientras que ahora este tema pertenece al ámbito estrictamente privado y no es siquiera causa de divorcio. En el caso de la prisión permanente revisable pasa lo mismo, que ahora hay muchas personas preocupadas por que los más crueles asesinos, únicos a quienes se aplicaría esta pena, queden demasiado pronto en libertad.

Juan Carlos Quer pidió a través de la página Change.org a la ciudadanía la firma en contra de la derogación. Ya lleva recogidas más de 2.5000.000 firmas, casi nada. Ahí pueden estar el PNV con su iniciativa que huele a demasiado a chamusquina, Iglesias demostrando su catadura moral y el PSOE tomándose otro café de 80 céntimos como el expresidente Zapatero y sonrojando a propios y extraños. Y es que la gente no les va a perdonar su empeño, pues estoy convencida de que es un tema muy sensible que les pasará factura, porque demuestra el desapego de muchos políticos con respecto a la ciudadanía, como si gobernaran sólo para sus más acérrimos sectarios. Claro lo ha visto Ciudadanos, que ha echado el freno pero rapidito, en vista del clamor popular. Porque al final la duda que se suscita es ¿qué prisa tienen en derogar la norma vigente, sin esperar a que se pronuncie el Tribunal Constitucional? Y, además, ¿a quién quieren beneficiar con ello? Quienes ponen a los verdugos por delante de las víctimas y no son capaces siquiera de ponerse en la piel de éstas por un momento están sin duda dando pasos en el sentido de la más cruel deshumanización.